Descansa en paz
Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles. Bertolt Brecht
Ayer, 25 diciembre, dediqué varias horas a la memoria de Enrique. Me preguntaron dónde iba tan temprano, les respondí que había quedado con un amigo que se iba de viaje. Subí al cementerio entre el frío cortante y el sofoco de la cuesta. No sabía si iba a conocer el camino sin ríos de gente que guiarán mis pasos. Pero como en un trayecto habitual, llegué sin pensar donde descansa el maestro.
Estaba solo. Todo el rato estuve solo. Algunos parroquianos pasaban para visitar a sus familiares. Se detenían a mi lado, se santiguaban, lamentaban el suceso que los hermanaba en cierta forma. En silencio me miraban. En silencio los miraba. Y seguían su camino.
Yo hablé con él. Un monólogo sentido, cargado de sus canciones, que me venían a la cabeza, que se cruzaban en una conversación callada a borbotones.
Su tumba estaba llena de flores. Con claveles rojos, en su centro gravitaba una estrella, la estrella esa que busca, esa que siempre ha tenido, esa que lo acompañará por los siglos de los siglos.
También una cruz de flores blancas descansaba sobre el nicho. Puede que no quisiera ninguna complicidad con el cielo, con los dioses, con la eternidad; pero entre sus seguidores sí habría creyentes que se inclinan por el camino recto de la Cruz y se sienten más confortados de esta manera. A él le parecería bien.
No sé el rato que estuve. Llegué con calor y salí con frío. Pero salí con algo más. Salí con tranquilidad. Salí con paz. Salí con la sensación de que había cumplido con una promesa tácita, una promesa nunca dicha, la promesa de felicitar los 68 años a un ser tan querido como admirado.
Antes de que me fuera, no obstante, una pareja de personas mayores que visitaban la tumba de su hija desaparecida recién, posiblemente en plena juventud, lloraba desconsoladamente y hablándole como si pudiera oírles, dijeron que la echaban de menos, que ya era Navidad, que su vida estaba demediada desde que se fue, que por lo menos tenía la tumba de Enrique Morente bastante cerca.
4 comentarios
volandovengo -
B -
volandovengo -
Mario Ortega -