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Síntesis

Síntesis

En el año 2002 se organizó un congreso en Granada llamado Síntesis que intentaba aunar en cierta manera la medicina alterna con la medicina científica. La directora de dicho congreso me pidió que le escribiera unas palabras para pronunciarlas el día de la presentación. Revisando archivos, encuentro este texto, que me place reproducir en su primera mitad:

La medicina consuela con frecuencia, alivia de vez en cuando y cura raras veces
Hipócrates


El fin iniciático de cualquier planteamiento medicinal es sin ninguna duda la consecución de la salud. Un desarrollo médico que abarcaría las ciencias más heterodoxas, desde la medicina oficial hasta las medicinas tradicionales, que evolucionan con métodos más o menos científicos para lograr este objetivo. Todas buscan un modelo único, todas ofrecen una mayor calidad de vida, la prolongación de un estado óptimo de nuestros cuerpos.

De tal manera podemos simplificar la ciencia médica, atendiendo tan sólo a la palabra VIDA. La vida como lo opuesto a la no-vida o a la mala vida, es decir, a la enfermedad (o la muerte, que sería la enfermedad en su grado sumo).

Hasta aquí todos coinciden. Difieren los métodos. Pero quién en su sano juicio puede afirmar que su tratamiento es infalible, que tal o cual medicina es ciencia exacta.
Necesitamos aunar voluntades y experiencias y sistemas e instrumentos para alcanzar ese fin común que perseguimos, para lograr la salud sin fisuras, para llegar a la VIDA, para ofrecerle las menos oportunidades posibles a la inexactitud, a la pregunta que prosigue a un fracaso o a un éxito humilde: ¿Y si yo, en vez de..., hubiera...?

En la palabra Síntesis se resume esta intención. Síntesis es más que la unión el resultado. Vislumbremoslo con este postulado marxista: la enfermedad es la tesis, la medicina la antítesis, la curación la síntesis. Otro ejemplo, quizá más poético e ilustrativo, es una oruga que se encierra en su capullo, en fino hilo tejido con su propio cuerpo, para, después de un tiempo de letargo, reaparecer convertido en una crisálida, en una linda mariposa. Así, la mariposa sería el símbolo de nuestro diálogo. La mariposa sería la síntesis, es decir, la vida.

Al igual que el ejemplo de la mariposa, del gusano que se enrarece, que tiene que pasar de ser a no ser para ser de nuevo, pensamos también en el trillado ejemplo de la espiga de trigo (perdón por la broma). El grano de trigo que cae en la tierra debe pudrirse y morir para nacer nuevamente. Es como el Dalai Lama que nace cuando muere el Dalai Lama. O el ave fénix que nace de sus cenizas. Cada quinientos años, el ave fénix se incinera en un altar en la ciudad de Heliópolis, en Egipto, para revivir de nuevo. Quien cree en el fénix, en la reencarnación o en la primavera, sin ir más lejos, no piensa en la muerte o en el fuego o en el invierno, piensa en la resurrección, en el renacimiento, en la expansión de la vida.

Posiblemente sea tan sólo una concepción budista de nuestro empeño en animar (animar viene de ánima, que en griego viene a significar ‘dar vida’). El budismo es una religión tolerante y permisiva donde todos caben y cada uno a su manera. El budismo no es incompatible con ninguna religión (aunque las demás no toleran ninguna otra). Uno puede ser tan budista como quiera. El budismo así, grosso modo, es progresivo y exige lo que cada uno se exija a sí mismo.

El Zen, el budismo Zen, fue el refinamiento de una religión que había nacido en un mundo hostil. Al principio, la religión debía ser dura como el hombre, dios era un ser temido y colérico. A medida que las tinieblas se fueron retirando de la tierra, el budismo se dulcificó, se culturizó, y nació el Zen. De los monasterios se expandió la poesía, el teatro, la ceremonia del té, el amor por los jardines, el bonsai y el ikebana.

Una de las reglas tácitas del haiku, poema de tradición Zen de sólo tres versos, es que el primero exponga la serenidad, la calma, el silencio... (tesis); el segundo, todo lo contrario, que describa el movimiento, la estridencia, el ruido... (antítesis); y el tercero, resulte del efecto del segundo en el primero (síntesis). Como ejemplo, podemos leer éste haiku de Basho (siglo XVII):

                                           El estanque antiguo.
                                           Salta una rana.
                                           El ruido del agua.

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