César
Desde que conocimos a César, con su porte de emperador, lo empezamos a saludar elevando el brazo con la mano extendida, a la manera germánica, y gritando AVE. Al principio alteró la visión de sus nuevos amigos, o sea, nosotros, llegando a molestarle cada vez que nos encontrábamos y casi evitando la confluencia; pero, a la larga, no sólo no le importó, sino que llegó a identificarse con aquel saludo, exigiéndolo él mismo; y, cuando lo escuchaba, también elevaba la palma devolviéndonos el AVE o diciendo “descansen”.
¡AVE, César!, era su carta de presentación. ¡AVE, César!, fue el regalo iniciático que le prodigamos desde un primer momento. Incluso empezó a leer la vida de los césares y a aficionarse a las películas de romanos. Quiso ser romano con los romanos y romano con los judíos también.
Su nariz era aguileña, su altura considerable y su seriedad extrema. El único asomo de comicidad que llegó a adquirir fue la aceptación y la respuesta del AVE que le caracterizaba en cualquier reunión, ya fuera en lugares públicos, como en privado, ya fuera en plena calle o en su lugar de trabajo como empleado en una oficina del INEM (a los únicos que la crisis les multiplica el trabajo).
Para alimentar este mimetismo, la semejanza romana, se escaló el pelo, como viera que lo llevaban los jóvenes latinos en las películas de época y adquirió un andar estirado y, en cierta manera, ocarino. También se instituyó como una verdadera eminencia en historia antigua, centralizado en la Roma imperial y en sus dignatarios. Era su tema de conversación. Los autores latinos, Suetonio, Virgilio, Horacio…, pasaron a constituir sus lecturas de cabecera. España, sin discusión, pasó a ser Hispania. SPQR.
Un buen día, nuestro amigo César, empezó a salir con una chica, de belleza clásica y mirada helénica, como una Venus de Milo pero con brazos, que respondía al nombre de Eva.
Desde que conocimos a Eva con César, esa pareja imperial, los empezamos a saludar elevando el brazo, como antes, como siempre, y gritándoles con cierta fruición: ¡EVA, César!
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