La pulsión emocionada de Manolo Franco
La Guitarra en Otoño IV
El festival de La Guitarra en Otoño, en su cuarta edición, viene tempranero y asaeteado por la crisis. De los cuatro o cinco días que ocupaba años pasados, a caballo entre septiembre y octubre, se ha reducido a un solo recital, de calidad, eso sí. La ‘crisis’ lo que menos perdona es el arte y la cultura (si es que no es lo mismo).
Manolo Franco, aunque tiene un libro que incluye un CD en solitario, llamado Aljibe (2008), no se le concibe como guitarrista de concierto, aunque la sensibilidad desatada el jueves en el patio de la Casa de los Tiros, eleva su guitarra al merecimiento de ser escuchada sin artificios.
Por otra parte, se nota y se agradece que sea un tocaor de acompañamiento; sus temas son totalmente reconocibles y llevaderos, limpios de aires foráneos y concretos en su ejecución. Para el acompañante de Calixto Sánchez la guitarra es un instrumento, y no tanto la compañera, la extensión de las manos, etc. que puede ser para muchos, y como tal sabe sacarle todo el rendimiento, pedirle fuerza y suavidad, llorar y reír con ella.
Por mineras, con concesión a la fiesta en sus postres, comienza su actuación. Su pulsión es segura, rica en arpegios, emocionada en sus notas. Saluda y continúa con un garrotín, después de haber afinado la guitarra en re. Su toque es limpio, preciso y muy flamenco, lo que demuestra con creces en la soleá, impregnada de tradición. Una de sus mejores apuestas.
En las alegrías se le ve especialmente suelto, proponiendo, como decía Paco, cositas buenas. Y, de Cádiz se va a Huelva abordando unos fandangos sin desperdicio. A punto estuve de lanzar el grito de ¡Viva Franco!, aunque se iba a malinterpretar.
En el toque que se encuentra más a gusto, reconoce, es en la bulería por soleá. Es la pieza flamenca por antonomasia, que participa tanto de una y de la otra. Aunque, a estas alturas, vemos que todos sus remates son iguales, el rasgueo de arriba abajo y de abajo arriba elevando el volumen.
Cambiando el estilo completamente, ofrece guajiras con inconfundible sabor habanero. Terminando el concierto por granaínas, confesando que es un toque que le atrae, que incluso tiene antepasados de Santa Fe. Granaínas en las que se repite, quizás añadiendo un tercio innecesario para aumentar la duración de la pieza. Echamos en falta algún bis que redondeara la velada.
* Portada del libro de Manolo Franco.
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