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Una presentación ajustada

Una presentación ajustada

Las voces que no callaron

Como si de una estrella mediática se tratara, el teatro Isidoro Maíquez se llenó desde un primer momento para asistir y apoyar la presentación del disco-libro de Juan Pinilla, Las voces que no callaron, sobre la canción flamenca republicana y comprometida antes, durante y después de franquismo.

La expectación era superlativa. Las gradas estaban llenas de políticos de izquierdas, de flamencos comprometidos, algunos de ellos participantes en el trabajo de alguna manera, como Paco Moyano, de familiares y amigos solidarios y de público en general, más o menos incondicionales del cantaor de Huétor Tájar.

La presentación sin embargo fue ajustada, se limitó a recorrer el contenido del disco, salvo la temporera y debla, con textos de Nietszche, tan emocionada del cedé. No obstante, el concierto hizo las delicias de sus seguidores. Un recital que tuvo bastante de manifiesto posicional y de vindicaciones sociales.

Algún detalle creo que formalmente no encajaba en el conjunto. Por ejemplo, el blasón de gran formato, que enmarcaba el rostro de Juan al fondo del escenario (quizá mejor la portada del libro) o su aparición estrella entre bambalinas una vez que sus músicos habían comenzado.

Abrió la noche con el mirabrás que cierra el disco, con letras de Moreno Galván y adaptación de Menese. Buen tema para romper el hielo, con problemas de megafonía (ni el cante ni el compás se oían demasiado), sólo la guitarra de Josele de la Rosa estaba realmente en su sitio. Objeciones que se solucionaron en su segunda entrega por cartageneras que introdujo un poema de Cernuda en la voz del actor Paco Algora (presente también en el disco). Continúa la noche con seguiriyas de Cádiz y los Puertos, escritas por José Heredia Maya y Francisco Moreno e interpretadas por el desaparecido Antonio Cuevas ‘El Piki’. Una nota perdida determinó los desacertados finales de algunos de los cantes, como el remate descontrolado de los tangos.

Otro recitado de Algora, con celofán en el micrófono, dio paso a la petenera de Luis Marín (y, posiblemente, de Che Guevara) que supuso, sin duda lo mejor de la noche, sin quitarle mérito al cante de las minas o a la seguiriya.

Para los fandangos del Corruco, Macandé y Vallejo, Pinilla contó con el apoyo del almeriense Pepe Villodres, que definitivamente no estaba centrado, del que me consta su buen hacer.

La insurrección de los cómicos fue otro de los poemas grandemente aplaudidos que recitó de memoria el actor invitado, al que suele recurrir a menudo, antes de dar paso a los tanguillos que, con la guasa característica, se musicaron algunas frases adaptadas de Groucho Marx, en la que hay verdaderos aciertos, pero en general suenan muy forzados.

Acaba el recital con los cantes más festeros del trabajo. Los tangos, Don Manuel, con letra de Moyano, que suenan en el disco con la guitarra de Paco Cortés, se los dedicó al mismo autor. Son reconocibles las segundas voces y los coros de Fita Heredia, Encarni Heredia y Villodres. Y al final las bulerías, que el autor llama filosofulerías, con palabras de Gregorio Marañón, Allan Poe y Franz Gillparzer, que sonaron un poco sosas.

El poeta lloro por bulerías, con su pataílla final, fue el breve fin de fiestas fuera de programa que ofreció nuestra última Lámpara Minera.

* Juan Pinilla, en una foto de archivo de su facebook.

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