Manifestaciones
Vivo en un piso alto por encima de los juzgados de la Caleta. Siempre hay movimiento bajo mi ventana. Las sirenas y la presencia policial son continuas. También los enchaquetados jueces y abogados y procuradores y funcionarios, que se distinguen diametralmente con la gente de a pie, denunciantes o acusados, rebeldes y reinvicadores.
Hay manifestaciones, un día sí y otro no. Y, hace poco, se apostaba en la puerta principal un indignado con un altavoz que arremetía con todo lo que oliera a sistema y a corrupción (¿sinónimos?).
El viernes, como todos los viernes, en llegando la bonanza primaveral, hubo una boda civil, aunque con vestido de hadas y arroz de Coviran (que es el súper más cercano). Su salida coincidió con una manifestación ciudadana. No la vi, pues andaba sentado en mi ordenador (curiosa contradicción). Pero su evidencia se sentía como si la estuviera viendo en la pantalla.
Al grito de “¡vivan los novios!” se unían las voces, como si fuera la misma cantinela, de “...salir a la calle! eo, eo, eo…”.
También hay un vocero que vende fruta y, así, quedamos en: "¡se llama democracia a dos euros la caja de fresas vivan los novios!".
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