Carpe diem
En el muro del patio del colegio de mi niño hay un mural abundoso de colores, con personajes y palomas, y una gran frese que lo atraviesa y le da sentido. La he vuelto a ver y creo que la retengo. Dice textualmente: “No hay camino para la paz / la paz es el camino”.
No obstante, en mi memoria, no sé, trocaba ‘paz’ por ‘libertad’. Ambiciosas las dos palabras. Utópicas en su ideal.
La paz más verdadera que conozco es una amiga que se llama Mª Paz.
La libertad sigue siendo un camino de difícil aplicación al compartir una sociedad llena de fronteras. Las leyes, las reglas, las normas de convivencia restringen esa libertad. La ética, la moral, la educación, también acortan nuestras alas.
Quizá deberíamos revisar los conceptos desde un principio. Quizá la libertad no tenga techo, aunque sí paredes (¿un pozo chico?). Quizá nuestros límites entronquen con nuestra voluntad, haciendo de la libertad un sistema metódico. Somos libres de autoimponernos los vetos que queramos; somos libres de elegir el camino en el jardín de Borges. (El norte no es un punto, sino una dirección.) Nuestro propio determinismo es nuestra libertad.
O, como dijo Julio Verne en Cinco semanas en globo: “yo no sigo mi camino; el camino me sigue a mí”; o Chesterton en El difunto Matias Pascal: “la aventura puede ser loca, el aventurero no”; o el remedo que hice al tropezar con la frase: “el piano puede ser de cola, el pianista no”.
La libertad ha de ser global o no ha de ser. Mi libertad termina donde empieza tu libertad. No debemos hacer lo que queramos, sino querer lo que hagamos.
Ser sublime, como dictaba Baudelaire. Sin interrupción, terminaba apuntando. Una fiesta cada día. Y el futuro no existe. Carpe diem, escribía Horacio (siglo I a.C.), haciendo una invitación a gozar el momento presente, ya que el día de mañana es incierto.
…Aprovecha este día, escribe el vate latino en su oda XI, y cuenta lo menos que puedas con el mañana (…carpe diem, quam minimum credula postero).
En la Edad Media, esta sentencia, animaba a aprovechar el presente porque el final estaba cerca; en el Renacimiento, incitaba a disfrutar la belleza y la juventud; durante el Barroco, pesimista y religioso, se volvió a imponer como revulsivo al temor por la proximidad de la muerte.
La censura de posguerra prohibía toda serie de manifestaciones que vinieran a decir que hoy por hoy es lo único importante. Recuerdo un tema de Bonet de San Pedro (cantado después por Fangoria) que decía Rascayú cuándo mueras qué harás tú. Tú serás un cadáver nada más. Rascayú cuándo mueras qué harás tú.
También recuerdo una obra basada en el Anfitrión de Plauto y Molier, donde actuaban Jesús Herrera y Santi Rodríguez, que repetía: Vivid, vivid como dioses, gozad, os lo rogamos.
Detengamos la búsqueda. No hay camino para la paz, recuerden, la paz es el camino.
* Horacio en la ilustración.
3 comentarios
volandovengo -
maría angustias -
Jesús Cano -