Por los pelos
Llevé a mi niño a pelar la semana pasada y ha quedado muy bien. Parece un hombrecito. Ya va creciendo y nos vamos entendiendo mejor. A veces me desespera y a veces hacemos piña contra su madre, que ahora trata de educar a dos niños. Dos mozalbetes recién pelados. Porque yo también me he cortado. ¡Pero qué diferencia! Él ha mejorado sensiblemente y yo, en cambio, no tengo remedio: parezco un pueblerino, un pardillo pelón.
Juan se peló en un peluquero de pago que se llama Antón. (Para animarnos cantamos eso de "Antón, Antón peluquero..."). Yo, en cambio, me he trasquilado en una academia de peluquería, por eso del ahorro. Me aficioné hace tiempo, cuando estaba en la calle Alhamar y la llamabamos "Pelillos a la mar", pero han quitado ésa y voy a otra un poco más arriba.
Aparte del ahorro, si tienes suerte, te tratan con otra deferencia (¿como a un conejillo de indias?), te pones en manos de una joven agradable o dos o tres (a veces un chico con aceite) y al final te coge la maestra para emparejarte.
Cuando pagué el pelado de mi hijo, me cercioré de que sólo había economizado un euro en mi cabeza. Euro que di de propina a la chica que me atendió.
Creo que, a partir de ahora, me pelaré con las nuevas generaciones.
* FOTO: mi hijo intimando en la feria.
4 comentarios
volandovengo -
A mí también me costaba pelarse. Él solamente lloró la primera vez, a los siete u iocho meses de vida.
lauzier -
Pepo -
Besos
Carmen Lulu -
Por cierto, "intimando en la feria"; éste aprende rápido.
Besos.