El calor
El camino del trabajo a mi casa es más largo pero me asombra, es decir, tiene más sombras donde refugiarse. Atajo (quiero decir, alargo) el camino como un lagarto antagónico. Y voy más despacio. Eso sí, muy despacio, aletargado, como un oso en invierno ("Descubrimiento de la lentitud", recuerdan). Procurando colaborar lo menos con el sol implacable. Voy al sol que menos calienta, alejo el ascua de mi sardina.
Jesús Quintero, en uno de sus programas, decía, que su padre a su vez decía, que lo mejor para el calor era no moverse.
Los animales, los bichos, saben mucho de esto y descansan en la sombra cuando el calor aprieta (que, a veces, ahoga) (no como Dios). Y reducen su respiración al mínimo, que es el secreto de una larga vida.
El calor (o la calor, que suena más grande, como la mar frente al mar). El calor, repito, en Granada llega a bocajarro. Viene a quemarropa. Es una bofetada, un disparo, una celada. No hay intermedio apenas. De los 20º pasamos a los 40º. El entretiempo es ficticio. Del abrigo pasamos a la camiseta.
Menos mal que aquí por la noche refresca. Es un respiro. Sobre todo esta noche pasada, que tuve que cubrirme con la sábana.
4 comentarios
susana -
n0n0 -
volandovengo -
susana -