El infierno y yo
El otro día, por razones que no vienen al caso, estaba obcecado y, cuanto más obcecado estaba, más me obcecaba, simplemente por el hecho de estarlo.
Es un martirio. La depresión se alimenta de sí misma. El pecado es la condena.
Llegué a pensar que no necesitaba enemigos, pues conmigo tenía bastante. Yo solo. Yo frente al espejo. Yo reflexivo. Yo y mi cabeza (y mis circunstancias).
Para Sartre el infierno son los demás. Yo pienso como Torrente Ballester, que lógicamente era hispano (gallego para mayor abundamiento), quijote anónimo, quien insinúa en el prólogo de su Don Juan que el infierno somos nosotros mismos.
Algunos llevan la gloria consigo, otros un purgatorio continuo, incluso un limbo, muchos portamos un infierno por nuestro sentir, por nuestro carácter, por nuestro genio. (Clemenceau decía que quien tiene genio, tiene mal genio. No es el caso.)
Ya que tiene el infierno más de una boca, sabe tragarse a cada cual según corresponde a su dignidad dice Goethe en su Fausto.
El erebo se hace a medida, es como el budismo, no como el cielo que está perfectamente delimitado, perfectamente ordenado. El perfil que se necesita para entrar en la gloria es semejante en todos los mortales, pues hay que morir para ‘ascender’, porque el cielo, sin discusión, está arriba.
¿Y el averno está abajo? Posiblemente coincidan en un mismo lugar o en ninguno o en la cabeza del que lo piensa. Thomas Mann en Doktor Faustus escribe quien cree en el demonio le pertenece ya. Y posiblemente sea eso. El creyente va al cielo o se precipita en el orco, pero quien no cree tan sólo es comido por los gusanos que él mismo genera.
Esta duplicidad de Coelo et Inferno, como un mismo lugar, las dos caras de una misma moneda, el yin y el yang en un mismo espíritu, en un mismo pensamiento, es la misma dualidad (bien/mal, bueno/malo) que a todos nos atrapa.
Salvador Dalí lo expresa muy bien cuando afirma: no sabes que no existe el diablo, es dios cuando está borracho.
1 comentario
b -
aunque sé que eso no te va a pasar. Un beso, Jorge.