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volandovengo

Un último adiós

Un último adiós

Tras episodio tan doloroso todo me da igual, cuando, conocido como Joseph Brown, quise llamarme Herr Braun en el ejército alemán donde me alisté cumpliendo una delicada misión como espía británico, lo que se dice un topo, al servicio de su majestad Isabel II, junto a mi compañera Catherine Parquer, alias Frau Pathauer, que, con el tiempo, el 7 de abril de 1940, ingresamos en la Gestapo como el señor y la señora Braun, para caminar al unísono, con una leyenda sin fisuras, que nos llevó hasta engendrar al pequeño Friedrich Braun al año de ascender a oficiales, un niño sonrosado y muy rubio, extremadamente ario, al que bautizaron los altos mandatarios del régimen, y que, desde hacía tres años, llevábamos mandando información fidedigna y, en cierto sentido, vital al Foreing Office, hasta que un chivatazo, nos atrapó en una montaña austriaca, al filo de un acantilado, donde, disfrazada de cabaña vacacional, teníamos una pequeña emisora desde la que, en clave cifrada, enviábamos los detalles más comprometidos de nuestras observaciones, truncadas más pronto que tarde por dicha denuncia, alertando a la SS que no tardó en llegar con gran aparato armamentístico, dispuesta a detenernos, si no llegaban a cosernos con un peine de ametralladora allí mismo, aunque ya nos hubiéramos desecho del material comprometido, quemado los documentos y desmenuzada la radio hasta aparecer sólo como un rimero de tornillos, muelles y bombillas en la tabla ante el amplio ventanal asomado al blanco abismo que suponía nuestra posible única salida, una escapatoria suicida por otra parte, a no ser que usáramos un viejo paracaídas que constaba en nuestro arsenal, aunque con el peso de los dos no podría librarnos de una muerte segura, así que decidí, sin objeción ninguna, que lo usara ella por el bien de nuestro hijo y mi descanso postrero, pues la quería demasiado, y, al abrazarla, con un apasionado beso y lágrimas en los ojos, Catherine saltó, justo cuando los sabuesos del Führer entraban en la estancia y mi dolor fue creciendo porque ahora en la prisión, a punto de ser fusilado, me entero que todo era una farsa, que quien se hacía pasar por mi mujer era una espía doble que fue a aprovecharse al principio de mi mente y después de mi corazón.

2 comentarios

volandovengo -

Sí, el argumento puede ser un poco manido. No obstante, me apetecía narrarlo en estos términos. Buscaré la peli.

GFP -

Ay, "La espía que me amó".

Ay una película (de los años cuarenta. No recuerdo el nombre), dónde se narra muy bien contada esta historia.
Final feliz: los dos se enamoraron.