El feliz Descubrimiento
Revisando archivos, como siempre que tengo un hueco, encuentro unos textos dramatizados sin fechar, pero leyendo entre líneas se deduce que son del año 91 o principios del 92. Creo que la obra fue representada, o al menos leída públicamente, coincidiendo con la Expo de Sevilla.
Copio y pego a continuación:
Hace muchos muchos años, unos cinco siglos, que un aventurero, descubridor y navegante, servidor de la corona castellana, se hizo a la mar, para abrir un nuevo camino, una ruta hacia las Indias por el Oeste. Se aventuró por el Atlántico, mar tenebroso y flamígero en sus profundidades. Un océano inmenso y desconocido, que volvía negro a quien se atreviera a internarse en él más de la cuenta.
Cristóbal Colón fue el arrojado navegante que desmitificó este mar; fue quien dio los primeros pasos para demostrar prácticamente la esfericidad terrestre; fue quien, por error, descubrió al Viejo Continente una nueva tierra, un lugar que crecería a pasos agigantados hasta dominar casi todo el planeta; tropezó, en su camino hacia Oriente, con un gran obstáculo llamado América.
Estamos seguros, por otra parte, que si Colón, don Cristóbal, hubiera tenido visión de futuro y le hubiese visto la cara de cerca al señor presidente de Estados Unidos, y a su pandilla de fabricantes de miedo, se habría cuidado mucho de aquel tropiezo y, seguramente, habría hecho lo imposible por volver, si no negro, sí algo moreno.
Aquí les dejamos con una parodia del feliz descubrimiento. ¡Cualquier similitud con la realidad, seguro que será pura coincidencia!
***
En las Indias ya se podía leer en todos los periódicos y en las revistas especializadas en descubrimientos y otros antojos que llegaría un hombre, quizás un superhombre de allende los mares, que descubriría esas tierras y que, misteriosamente pondría un huevo de pie.
Los indios, llenos de dicha, no caben ya en sus taparrabos. La noticia les conmueve. Esperan impacientes al dios blanco antropomórfico en su cascarón flotante.
Entre las cenas familiares de los indígenas, las asociaciones juveniles de los hijos de los nativos, los clubes de aviación de los pilotos americanos; en las salas de fiesta, en los comercios, en los bingos... en cualquier parte, no se hablaba de otra cosa: "un español o portugués (no se aclaraban aún) llamado Cristóbal, y conocido porque siempre se está colocando delante en la cola del metro, en el cine, en todas las ventanillas, nos descubrirá"
UN INDIO: Un portugués o un español, no sé bien, vendrá por mar y nos descubrirá, después de haber puesto un huevo de pie.
OTRO INDIO: ¡Síí! -exclama sin salir de su asombro, más por la heroicidad del huevo que por el hecho tan cotidiano de descubrir.
INDIO 1: Como lo oyes. Y se llevará nuestros tesoros a cambio de inútiles baratijas, sin que nosotros podamos hacer nada.
INDIO 3: También, dicen, nos engañará con el viejo truco del eclipse.
INDIO 2: ¡No somos nada!
La noticia no se hizo esperar. Tan sólo siete largos años para que la reina Isabel de Castilla se brindara a aceptar el proyecto de Colón. ¿Pero qué eran siete añitos en el siglo XV? (Pues siete años. No te fastidia). Y fueron siete años porque la reina Isabel estaba empeñada en demostrarle a los moros de Granada quién tenía más pantalones.
Para la reina quizá no fuera mucho, pero para un navegante eran siete largos años de impaciente espera, obligado a mantenerse en barbecho y en secano. Siete años que no eran siete, pues antes había probado fortuna con los reyes de Portugal, de Francia y de Inglaterra. Siete años haciéndose un arsenal de espejitos, objetos de aluminio, torres Eiffel y torres de Pisa en miniatura, cubos de Rubik, linternas con alarma, fichas de coches de choque y de teléfono, jarroncitos de barro y un sinfín de cosas verdaderamente inservibles que servían para alimentar las delicias de cualquier analfabeto.
ISABEL (Cogida al teléfono): ¡Oiga, oiga! ¿Con quien hablo?
CRISTOBALITO (Al otro lado): Con Cristobalito... -dice casi cantando.
ISABEL: ¡Anda nene, dile a tu padre que se ponga!
CRISTOBALITO (Con la mano intentando tapar el auricular): ¡Papaaa! -Berrea- Que te pongas. Una señoraaa.
COLON: ¡Diga!
ISABEL: Soy Isabel.
COLON: ¡Mi madre!
ISABEL: No. Tu madre no, la Reina, Isabel II.
COLON: ¡Caray! (a buena hora, ya había deshecho el equipaje). Dime, dime, Isa... que diga, Su Majestad.
ISABEL: Que estamos a dos de agosto del 92.
COLON: ¿Y son las Olimpiadas de Barcelona?
ISABEL: No, de 1492, imbécil. Y, según las crónicas, tienes que partir mañana hacia nuevas tierras para la posteridad.
COLON: No adelante acontecimientos, mi Reina, pues yo sólo voy a intentar una nueva ruta por el oeste hacia las Indias, el país de las especias.
ISABEL: ¡Siempre tan simple, siempre tan simple!
Dicho y hecho, Cristóbal Colón hace de nuevo su equipaje y zarpa el 3 de agosto de 1492 del puerto de Palos, ya sin moros en la costa y con rumbo desconocido (más o menos). Embarca en La Santa María y le siguen dos carabelas, La Pinta y La Niña, gobernadas por los hermanos Pinzones (hay quien afirma que eran así llamados porque eran hermanos por parte de padre y madre, de eso no hay duda, y, menos creíble, por impulsar las pinzas de la ropa, que se conocían poco).
Dos meses y pico duró la travesía, no sin antes pasar por las Canarias y consumir algunos plátanos y hacer de vientre. Sin embargo, Cristobalito (conocido más tarde por su verdadero nombre, Hernando Colón), que los acompañaba, deseaba llegar pronto a las américas y comprar algunas Coca-colas.
En mitad del trayecto, después de ver en el video de a bordo la última de Woody Allen, Colón tubo algunos antojillos. A saber: se le antojaron unas hamburguesas tipo Mc’gregor y, ¡asombroso!, poner un huevo de pie.
Y lo consiguió. Vaya que si lo consiguió. Después de reventar casi todos los huevos preparados para la cena de esa noche, logró colocar uno en equilibrio dando una serie de botes de alegría (algunos de ellos, hay que reconocer, con verdadera maestría) que casi hace naufragar el barco antes de tiempo.
Ante tal capricho no es de dudar que los hermanos Pinzones creyeran que estaba embarazado y se pasaron gran parte de la travesía cortando pañales y haciendo patucos de punto.
A los dos meses y pico -como dije-, exactamente el 12 de octubre de 1492, arriba Colón con 90 hombres y una cruz a las primeras tierras americanas descubiertas.
COLON: En nombre de España, de sus Reyes Católicos y en el mío propio, yo os descubro (ante el asombro de 89 hombres -el 90 se estremecía por nada- se planta de hinojos y besa el suelo).
UNO DE LOS PINZONES: Se parece al Papa (comentario que pasó totalmente desapercibido. Ni siquiera yo lo iba a mencionar).
TODOS LOS INDIOS QUE POR ALLÍ HABÍA: ¡Nos han descubierto! ¡Nos han descubierto!
COLON: Decidme nativos, ¿Cómo se llama esta isla?
INDIO 1: Guanahaní, del archipiélago de las Bahamas.
Una chica que también desembarcó, ligera de ropa y con gafas muy grandes, se precipitó a decir: "Respuesta acertada; a cincuenta pesetas cada una...", pero le taparon la boca rápido.
COLON: Pues desde hoy se llamará El Salvador.
INDIO 1: ¿Por qué?
COLON: Porque soy Colón y os he descubierto.
TODOS LOS INDIOS QUE POR ALLÍ HABÍA (que eran más que antes): ¡Nos han descubierto! (bis).
TELÓN
0 comentarios