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En la sala blanca

En la sala blanca

En la sala blanca recapacitaba, hacía balance somero de su vida; una vida coronada de logros que la enorgullecía, pero experimentaba a la vez una especie de nausea profunda con sus espirales. Ella, nacida para la política, nieta de concejal e hija de un miembro de la Cámara Alta, esperaba con abnegación el lógico desenlace de su vida. Siendo diputada hasta ayer, con una trayectoria intachable, era fruto y refuerzo de sus mismos ideales. ‘La Dama Impasible’, llegó a ser llamada por sus arriesgadas propuestas legislativas, por su agresividad en el Congreso, por su impúdica firmeza. Abogó con exitoso resultado por el aborto, por la castración de los violadores, por la pena de muerte, por la eutanasia activa, no sólo cuando la enfermedad es degenerativa e irreversible hasta convertirnos en un vegetal, sino también cuando la edad supera la autonomía personal o el periodo productivo… Creía a su manera en la limpieza de sangre, en la oligarquía, en un mundo escogido, aséptico y ordenado. El problema de la humanidad radicaba en la masificación descontrolada, en el tumulto irrazonable. Tras la ausencia de guerras y pandemias, fatigaba en los plenos, se había suprimido la selección natural de la especie. El mundo se había convertido en un reptil que se devora a sí mismo por falta de recursos.

Ahora, pasados los sesenta años, recapacita en la sala blanca, qué le llevó a impulsar la ley que trunca ciegamente la longevidad.

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