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volandovengo

¿Tiene usted frío?

¿Tiene usted frío?

¿Tiene usted frío? Para qué, no tengo abrigo. Contaba Gila en un chiste que en realidad era una cruel anécdota de la pobreza.

Ahora que hace mucho frío, muchísimo frío, nos acordamos de las rendijas de las puertas, de esa ventana que no cierra bien, de ese edredón que no llegamos a comprar, de la caldera que no hemos revisado con tiempo, de las goteras de nuestros tejados.

El calor no es barato. La calefacción, el gas, el gasoil, el butano, el convector, las bombas de aire, los calentadores, las estufas, acrecientan de modo casi inexplicable los gastos del mes. Y no es cuestión de quedarse helado.

La mesa de camilla es mi aliada. Uso y abuso del brasero o de la chimenea. Para colmo, los problemas de circulación mantienen siempre mis manos ateridas (mi niño teme que le cambie de ropa, que le duche, hasta que no tibie mis dedos).

La climatización, el fresco en verano y, sobre todo, el calor en invierno, son productos de primera necesidad (deberían serlo). Si no se subvencionan, deberían abaratarse (aunque también sube el pan, la leche...).

Se podría crear una comisión que revisara las casas, las instituciones y los aparatos, para que se perdiera el menos calor posible, que se ahorrara energía. Una energía ecológica, alternativa, incluso (eólica, solar, hidráulica).

Cuántos  resfriados, cuántos sabañones me ahorraría si tuviera el secreto de la calidez, si pudiéramos dominar el microclima como presumimos.

Y todo esto para comentar que me cuesta trabajo mantener la casa a una temperatura agradable, que los radiadores no calientan lo bastante, que la caldera no funciona bien, que pagamos demasiado, que hemos cambiado al niño a una habitación interior, más pequeña y más caldeada, que me parece de ciencia ficción haber pasado tanto calor en verano e incomprensibles los aparatos de aire acondicionado.

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