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De la zambra al duende

De la zambra al duende

Latidos del agua

Hay veces que siento que este blog no llegue más lejos, que mis artículos no tengan un eco definido. Y no por la columna en sí, sino por su protagonista, por la persona o personas que lo sostienen.

Patricia Guerrero, una de las tres o cuatro bailaoras imprescindibles en el flamenco actual granadino, después de muchas colaboraciones y actuaciones en general, estrena en Granada su primer espectáculo de envergadura. Una obra completa, coherente y sensible donde la bailaora, como tantas otras, se hace empresaria, haciéndose cargo también, además del baile, de la coreografía y de la dirección. Sorprende que, una primera incursión de este tipo, en una chica tan joven, aparte de algún problema de ritmo, sea tan acertada y redonda.

El referente es el compositor Ángel Barrios. La excusa Granada y sus aromas a través del agua. Dicen que un invidente que visite el Albaicín o la Alhambra se podría orientar sólo por el sonido de sus aljibes, manantiales y regueros.

Patricia, a boca de escenario (bello y exclusivo, a pesar de la simetría), con aire moruno comienza a ser fuego con una danza cercana a oriente mientras unos compases de piano (Alejandro Cruz Benavides) le dan paso al Trío Albéniz (José Luis Recuerda, bandurria; Ismael Ramos, laúd; José Armillas, guitarra) para que arranquen los primigenios sonidos de Granada cuando se asoma a la zambra. Se va sucediendo la danza árabe y la trova, el recuerdo y la perspectiva, el pandero y la guitarra, la Albaycinera y el Zacatín.

Y, entre medias, la bailaora nos sorprende cantando y recitando. Es delicada y segura. Es una apuesta vencedora que te advierte que el arte casi nunca es huérfano. “El cante es agua de manantial”.

Al Trío Albéniz lo sustituye un inspirado Luis Mariano a la guitarra y un correctísimo Miguel ‘Cheyenne’ a la percusión, una efectiva pareja (marchamo de calidad donde estuvieren).

El piano aborda una guajira que canta David ‘el Galli’, con la voz algo tomada y con el volumen en su contra. No obstante, estos cantes aflamencados no son las aguas en que mejor nada el cantaor moronense.

Otra sorpresa vino de la mano del artista invitado, Arcángel, que por momentos, con el brillo de su voz siempre afinada, ofuscó el fulgor de la artista.

Nueva incursión de piano por Barrios, toná y seguiriya, cantada por Galli, donde Patricia hace quizá su mejor entrega, donde se aprecia el conjunto de manos y pies, hombros y cintura, rostro y expresión, para decirnos que sobre todo es bailaora.

Un poquito por tangos de Granada no podían faltar. Con su roneo preciso, anuncian la recta final, que viene en forma de petenera, conducida nuevamente por el onubense que interactúa de a ratos con la bailaora con bata de cola en una especie de estático paso a dos. Patricia es esencia serena. Parece que cada uno de sus pasos esté destinado a acariciar las sensibles entrañas de quien la observa.

Termina de nuevo acordándose del compositor granadino, de sus últimos días, de su querido Ravel (Daphnis et Cloé) y de su deseo de “cuando llegue a Granada, nada de penas. ¡Que bailen los gitanos!” por bulerías.

* Foto Antonio Konde©.

2 comentarios

volandovengo -

Es fácil escribir sobre lo bueno.

Mercedes -

Bien Jorge, poeta en estas lides.