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Nono García tiene las ventanas abiertas

Nono García tiene las ventanas abiertas

La Guitarra en Otoño 

Nono García vive en una casa sin ventanas en la que entran todos los vientos a voluntad, y se sube a componer a la azotea donde domina todo el mar y las cinco tierras, impregnándose de los aromas y de las corrientes. Su música es rica en matices. Es un caballo que no conoce fronteras y va dejando una estela, como de arcoiris, que desprende flamenco y jazz, bossa nova y evos africanos, copla, boleros y baiaos. No es flamenco, lo sé. Mejor dicho: no es sólo flamenco. La raíz ortodoxa, aunque libre y creativa, la debería haber puesto, el jueves pasado en la Casa de los Tiros, la guitarra limpia de Miguel Ochando, pero por problemas de última hora no pudo acudir a la cita.

Así que el curtido Nono García tuvo que rellenar todo el espectáculo. Y vaya si lo rellenó. Como ciudadano del mundo, nos embarcó en un viaje cosmopolita en el que convocó a sus amigos. Abrió la velada con una libre versión de los campanilleros que, con un toque orientalista de los que usa Rubial, se mezcló con La Ruta de la Seda, un tema de su primer disco, Las quimeras del momento. En Cádiz comenzó su periplo con los Tanguillos del abanico, perteneciente a su grabación Atún y chocolate, que inspiraría la película, del mismo nombre, de Pablo Carbonell. De su tierra, nos lleva a través del Atlántico, haciendo Sombra y blues, de ese mismo trabajo. Aterrizamos en Brasil con Meditación, un tema de Antonio Carlos Jobim. De Suramérica nos asomamos a Francia, donde el guitarrista de Barbate remeda a Django Reinhardt, para volver de nuevo a Estados Unidos y hacer el primer tema de Atún y chocolate, llamado Mojama blues.

Rescatado de la banda sonora de la película, a continuación Nono hizo Los quereles, un homenaje a la copla, una recreación muy fresca. Volvemos a Cádiz, en ese viaje pendular, y escuchamos las Alegrías del Estrecho, también del trabajo aludido. Para terminar, aterrizamos nada menos que en la India con Improvisación en RE. Cercano a las bulerías, con una afinación (o desafinación) especial, nos recuerda al sonido del sitar, instrumento que también domina. En un momento, incluso, juega con el clavijero, tensando y aflojando las cuerdas en mitad de la pieza. Ante la avalancha de aplausos sentidos, García vuelve a afinar la sonanta para regalarnos otra Improvisación, con aires festeros, que le persigue desde la adolescencia y ahora retoma. El segundo bis es Verde que te quiero verde, una rumba de Manzanita (ese gran músico, no lo suficientemente reconocido), inspirado por el poema de Lorca, que, según Nono García es una letanía, como un mantra budista, que refleja la identidad andaluza. Este tema está incluido en su último disco, de 2008, Al filo de la medianoche.

Como digo, un concierto rico y variado. El guitarrista normalmente termina imitándose a sí mismo. Nono tiene muchas esquinas, no es monótono, y, si bien nada en todas las aguas, sobre todo destila flamenco.

* © Migue de Granada Hoy.

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