Incipiente primavera
Inauguro este blog hablando del tiempo, como quien no tiene nada qué decir o el tímido que busca la concreta abstracción meteorológica para romper el hielo. Y es que esta incipiente primavera da que hablar. Este mediados de marzo se aproxima más al tiempo de carnestolesdas que los carnavales de febrero que, aquí en Granada, vienen como liebre aterida. Te falta cuerpo para tomar un sol que por fin empieza a calentar, al igual que te falta abrigo por las rigurosas noches de un invierno que aún no se ha ido.
En una ciudad sin estaciones, cómo se agradecen estos días de tregua, antes de que la canícula desconsiderada y cruel impere. En pleno verano no concibes tus pies permanentemente helados a principios de enero, como cuando enterrado en la mesa de camilla en plena ola fría no entiendes cómo pudiste invertir en aire acondicionado.
Los colores son más vivos, los hombres más alegres y las mujeres todas hermosas (a veces no es preciso una época determinada del año)(casi nunca).
Ahí queda este intento de correteo estacional. Que sirva de preámbulo, de introito en suma, para inaugurar esta bitácora que sólo pretende compartir las pocas energías que aún nos quedan. Por ahora es mucho toro para un maletilla. Esperad a que me deslegañe y os daré prosa densa para disfrutar u olvidar o levantar ampollas o buscar cómplices o cantar en voz alta o denunciar denuncias denunciables o todo lo demás (que es publicar lo que escribo o se me antoje, que no es lo mismo pero es igual, que no tiene salida de otra forma y para compartir algunas letras (en el buen sentido de la palabra) con los amigos)(que al fin y al cabo es lo que abundante poseo)(es más, me considero un apalabrado, o sea, rico en palabrería).
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El Hueso -