Cristina y Federico: la voz del poeta con ojos de flamenco
Cristina Hoyos y José Carlos Plaza, conscientes del sentimiento trágico del pueblo gitano, miran a los ojos del poeta en su 'Romancero gitano'
García Lorca ha sido, es y será, mil veces interpretado, cantado y bailado. García Lorca es un poeta infinito con versos eternos. Por eso, Federico no tiene edad, nunca caduca, no muere, sino que renace como la primavera cuando se lee con ojos nuevos. Federico aparece y reaparece siempre con otra frescura, con otra fuerza, con otro matiz. Quien se sumerge en su obra, en su espíritu y en su ser, sabe estas cosas y abre sus libros como si estuvieran recién editados.
El primer flamenco, el primer gitano, era Federico. Sus letras huelen a luna y a fragua. Sus poemas se han escrito para ser cantados, con la alegría o con el grito desesperado del flamenco; se han escrito para ser bailados, con la fuerza y el embrujo de una bailaora. Cristina Hoyos es un alma sensible que queda impresionada por el poeta de Fuentevaqueros. Al igual que el asesino siempre vuelve al lugar del crimen, Cristina vuelve a Granada que, lejos de ser una metáfora, es el lugar donde nació el eterno soñador, pero también donde encontró su muerte, donde fue asesinado. Cristina Hoyos dijo que "el espíritu de Lorca, que es muy nuestro en el sentido de que le gustaba mucho el flamenco y la música... es muy musical toda su obra y se presta a poder desarrollarla con la danza. Por lo tanto, intentamos entrar en el espíritu de Lorca y transmitirlo lo mejor posible". En 2003, la bailaora sevillana, vino con Yerma, el conflicto de una mujer casada que busca sin éxito la maternidad. Ahora, tres años después, tras Los caminos de Lorca, de Pepa Gamboa en 2004 y Diálogo del Amargo, de Mario Maya el año pasado, vuelve para entregarnos el Romancero gitano en forma de diez momentos, basados en diez de los poemas de este mismo título, que van desde la muerte a la sensualidad, a la infidelidad, al dolor… Cristina Hoyos y José Carlos Plaza, conscientes de este sentimiento trágico del pueblo gitano, miran a los ojos del poeta y vislumbran una esperanza, descubren el grito verde que recorre toda la obra, el canto eterno de "verde que te quiero verde". Y aquí comienzan los paralelismos. Las dos obras se representan en los Jardines del Generalife. José Carlos Plaza, el director escénico de ambas obras, comenta: "Federico García Lorca nos provoca sensaciones maravillosas. Fue un poeta del pueblo y decía cosas cercanas a nosotros. No hay nada mejor que poner en movimiento todo lo que él escribió". El Ballet Flamenco andaluz cuenta en las dos ocasiones, como primeros bailaores, con Juan José Jaén El Junco, con Susana Casas, con José Luis Vidal o con Cristina Gallego y, cómo no, con la creación y entrega de Cristina Hoyos. Como compositor musical, para Yerma contó con el guitarrista José Luis Rodríguez y para su último espectáculo con Pedro Sierra. De cualquier manera, no son las primeras veces que Cristina se acerca a García Lorca. El vate granadino ha marcado los pasos de baile, el taconeo endógeno, de esta maestra de la danza. Ya en 1981, con la compañía Ballet Antonio Gades, ruedan, a las órdenes de Carlos Saura, el drama lorquiano Bodas de Sangre, en la que también colaboraba El Güito. Y aún no es tiempo de abandonarlo. Al Romancero gitano le queda mucho camino por recorrer, a Cristina le queda mucho por bailar y a Federico le queda mucho por escribir.
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