Blogia
volandovengo

Los idus de marzo

Los idus de marzo

Voy a confesar un secreto inconfesable (con lo cual deja de ser inconfesable y de ser un secreto, ovbiamente): acumulo más libros de los que seré capaz de leer en toda mi vida. Es posible que sea un vício común entre algunos enamorados de la lectura y segurísimo de los no lectores (enamorados o no). En el último recuento que hice, hará unos dos años, mi biblioteca contaba poco menos que con dos mil volúmenes. Número escaso, si se compara con otras librerías personales; número elevado, si se compara con otras librerías personales. Es decir que ni me jacto de ello ni creo que sea moco de pavo, máxime si he partido de cero en mi adolescencia y he ido adquiriendo uno a uno según apetencias del momento y plata en el bolsillo. Para mí, un tesoro muy preciado.

Ahora, la pregunta del millón: ¿me los he leído todos? Respuesta: nooo. ¿Me he leído la mitad? Puede. Si no la mitad, casi (algunos reeleídos). Así que puedo estar orgulloso de lo que he leído y alarmado (por llamarlo de alguna forma) de lo que me queda por leer. Pero, querido Séneca, solo sé que no sé nada. Cuanto más aprendes, más aprendes lo que te queda por aprender.

Recapitulando: me queda lectura para otra vida. Entonces, ¿por qué sigo buscando libros?, ¿por qué no hago, como dice mi tía, empezar por el principio? Seguro que no me acuerdo de nada. Hombre, de algo sí que me acuerdo. Algo siempre queda, aunque sea la satisfacción de haber leído una gran obra o las ganas de volvértela a leer. Como cuando visitas un país extraño que decides que tienes que volver (aunque nunca vuelvas) (sólo en sueños) (que es una bonita forma de volver).

Quien compra un libro, adquiere la responsabilidad de leérselo. Es de ley. No sólo con el libro en sí o con el autor, sino consigo mismo. A quién vas a engañar. A veces se compran libros por metros, por tamaño o por colores, para rellenar estanterías. Yo compro libros, aún sabiendo que no me los leeré en ese momento (quizá nunca), porque me apetece meterles mano (o sea, ojo y entendimiento) en cuanto pueda, que, en el mejor de los casos, es inmediatamente (qué inmenso placer). Compro libros porque deseo tener siempre la lectura apropiada. Llegar un día y decir: hoy me apetece leer este libro. Y buscarlo en los anaqueles y encontrarlo. Soplarle el polvo que acumula, abrir sus primeras páginas y leerme hasta la mencheta (o sea, las credenciales). (Mi hermano César hasta los huele antes de leerlos.)

Esto me hace ir a destiempo. Sumergirme en lecturas peregrinas (entendiendo por peregrinas las lecturas que nadie lee en ese momento, extrañas, obsoletas, etc.). No hay cosa que más rabia me dé que leer a la moda, por imposición, leer best seller o lo que todo el mundo lee en ese momento.

De esta manera, cogí hace unos días "Los idus de marzo" de Thornton Wilder (Wisconsin 1897-1975), una novela muy celebrada por Borges o por García Gual. Es la crónica de los últimos días de Julio César y de la República romana, recreada a través de cartas, manuscritos, trozos de textos históricos, diarios panfletos políticos... Por ella desfilan personajes como Cleopatra, Catulo, Cicerón... Está muy bien escrita, es fácil de leer y profunda en su pensamiento. Hay bastantes joyas literarias e históricas. Por ejemplo, la admiración y el respeto que se mostraban dos acérrimos enemigos en la oratoria como son Julio César y Ciceron; la coincidencia de Cleopatra en Roma durante esos días; la comunión del tirano con el poeta Catulo, que estuvo junto a él el día en que se dejó morir por amor o por desamor (o por todo lo contrario: el desengaño de haber perdido el seso).

Por dar una pincelada, tomo nota de una carta de Cicerón que gradúa el conocimiento diciendo (más o menos) (cito de memoria): "cuando conozco algo con seguridad digo que una cosa, cuando creo que puede ser cierta digo que opino, si sólo lo pienso, tan sólo especulo, que es lo menos arriesgado"; o cuando Julio Cesar dice: "si yo no fuera César, sería el asesino de César". Una gozada.

2 comentarios

Bandolera -

Hola...yo compré este libro para regalárselo a un amigo que dice gustar de J. César, ojalá lo haya apreciado, aunque creo que no y debí quedármelo....
Hay tanto por leer y tan poco tiempo...la otra opción es bajarlos de internet, pero la vista molesta y no hay como hojear y llevar consigo un libro...
Saludos

Hueso -

Quien tiene una biblioteca tiene un tesoro. Yo también soy un bibliófilo confeso y disfruto buscando libros, pensando qué senturé al leerlos, buscándoles un hueco en el anaquel correspondiente... lo que más me gusta del mundo es, una vez terminada una lectura, meterme entre mis libros y deshojar la margarita.

Gran artículo, amigo volador.