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Pansequito inaugura la temporada flamenca de La Platería

Pansequito inaugura la temporada flamenca de La Platería

Al filo de la medianoche del sábado, la peña flamenca de La Platería se vistió de largo para comenzar la temporada de sus actuaciones y propuestas para todo el curso flamenco que ahora comienza. La Peña más antigua de España quiso apostar fuerte subiendo a sus escenarios a un cantaor de enjundia y raíz. Pansequito, en buena forma, hizo las delicias de los aficionados, entregándose por entero en esta gala e improvisando con valentía cuando advirtió problemas acústicos. El carismático artista gaditano llegó acompañado de quien ahora es su compañera, la gran cantaora Aurora Vargas, que hacía compás entre bambalinas.

Unas cantiñas de Cádiz de elegante factura abrieron la actuación, que fue creciendo en calidez interpretativa a lo largo de la velada que, con tan sólo seis cantes, se alargó hora y media. José Cortés Jiménez, en buena forma como digo, no es el mismo de siempre. La brillantez de su timbre y la ligazón de los tercios, antes habituales, hoy son esporádicos. De cualquier forma, este renovador del flamenco, junto a Camarón y Morente, es uno de los grandes y así lo percibimos. Sus soleares siguen gozando de una originalidad y jondura únicas. Su barroquismo habitual que alarga el verso haciéndole rozar el desequilibrio pero que nunca pierde el compás es objeto de incondicional aplauso. Los ecos flamencos, el rajo y el pellizco, arrancaron oles y sinceras ovaciones.

Pansequito, a continuación, fue largo en los cantes de levante y exacto en los tientos-tangos, en los que tuvo que apartar el micrófono y cantar a viva voz por problemas de sonido. Sus bulerías, muy esperadas, fueron generosas, moviéndose libremente desde la comicidad de su tierra hasta las de compás jerezano, pasando por las reconocidas como cuplé, en las que este cantaor tiene mucho que decir. Remata este cante de fiesta acordándose de la sensibilidad del jerezano Luis de la Pica, fallecido el último año del siglo pasado. El recital, como los de antes, culminó con un ramillete de fandangos naturales que acabaron de endulzar la velada.

Un sobresaliente aparte merece el guitarrista Diego Amador. Hacía tiempo que no veíamos un tocaor tan delicado y respetuoso, dándole entradas precisas a quien acompaña y tan sólo apuntando los cantes para otorgar toda la dimensión posible a los melismas y la cadencia de la voz. Para las falsetas, elaboradas con mimo, extemporalmente, se vale del bordón y los graves demostrando las bondades de un recurso bastante desusado.

* FOTO: Nono Guirado

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