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volandovengo

A río revuelto

A río revuelto

A río revuelto, ganancia de pescadores. O, dicho de otra forma, siempre hay alguien que saca provecho de las calamidades de los demás. (Los palos al burro caido.)

En la escuela, y en otros ámbitos, nos han hablado de los orígenes de la humanidad. Y siempre hemos dado en concederle un pasado honroso al hombre mostrándolo como cazador y recolector, antes de ser productor y ganadero en la revolución agropecuaria que supuso el Neolítico. Como cosechador de bayas, frutos y raíces, no hay ninguna duda. Tampoco se jugaba nada en el intento. Pero sobre su segunda actividad, sí habría algo que especificar. Más que cazador, el hombre primitivo era un carroñero, que se esforzaba más por estar al acecho y espantar a los verdaderos cazadores después de atrapar su presa que de cazar él mismo.

Esta ancestral costumbre es la que ha permanecido en lo más profundo de nuestro cerebelo o de nuestras entrañas. Llevamos la misma estructura genética que las hienas y los buitres. Somos carroñeros más que animales de presa, parásitos, sanguijuelas.

Sólo me basta para sostener esta afirmación algunos sucesos que ocurren a menudo en las costas de todo el mundo, que nos impulsan a repudiar la condición de ser humano. Por ejemplo, me estremece el naufragio de petroleros y el vertido incontrolado de crudo, esterilizando toda probabilidad de supervivencia durante muchos años. Me alarma aún más que el petrolero Erika o el Prestige se hayan partido tan cerca de nuestras costas (que exploten en cualquier lugar del mundo duele como la extracción de todos los dientes superiores de la boca, pero oler -como quien dice- el chapapote en la puerta de nuestra casa, revuelve las tripas casi tanto como las guerras fratricidas). (Los restos del Prestige aún siguen soltando fuel.)

Pero lo que en verdad me hace vomitar es que algunos otros barcos carroñeros aprovechen esta debacle para limpiar sus bajos. Uno de estos petroleros inhumanos, cogido in fraganti en pleno día limpiando sus grasientos despojos, era de nacionalidad española.

Otra de mis repulsas viene de la mano de los desastres naturales. No sólo por la tardanza en reaccionar del resto del mundo, que es verdaderamente grave. Sino porque la primera ayuda viene del cielo, los primeros botes salvavidas son los helicópteros, y, aprovechando esta circunstancia, algunas compañías privadas alquilan sus aparatos entre 330.000 y 580.000 pesetas, al cambio, la hora de vuelo. ¡Es, como poco, asqueroso!

Ante estos ejemplos, sobran las palabras. El hombre ya no es sólo un lobo para el hombre, sino que es un caníbal hambriento para sus vecinos.

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