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Guantánamo, ¿punto y final?

Guantánamo, ¿punto y final?

Hace algunos años una universidad madrileña me pidió un artículo de opinión sobre el conflicto Islam-Occidente para una revista de corte histórico político de aparición anual llamada Historia Abierta. Concretamente, en el número 31 de la edición de 2002 de dicha publicación (recién acabada la invasión de Afganistán), aparecía este artículo que saco a colación, puesto que se vuelve a hablar de abusos de derechos en las cárceles norteamericanas (a peser de que pueda resultar obsoleto).

«Obvio algunas apreciaciones, más de las deseadas, y me centro en un episodio que nos venden como un amargo happy end (valga la redundancia) de una guerra casi unilateral. No deseo, como digo, barruntar en otros detalles de la ofensiva y doy paso a un artículo con más preguntas que respuestas. A diferencia de la Guerra del Golfo, que también fue felizmente televisada y que estuvo cargada de mentiras, cortinas y humaredas, ésta hace agua por cualquier lado que la mires. Es una guerra inexistente. ¿La respuesta desmedida a una pantagruélica provocación?, ¿el pataleo de la mayor potencia del mundo al conocer la viga en su propio ojo?, ¿el nacimiento de nuevos miedos, de nuevas fobias o el renacer de la Santa Cruzada? Porque desde el momento que los Estados Unidos declaran que los prisioneros trasladados a la base militar de Guantánamo son “combatientes ilegales que no gozan de ningún derecho en el marco de la convención de Ginebra”, se pone en tela de juicio la existencia de la supuesta guerra.

»Guantánamo, un puesto avanzado de Estados Unidos en el extremo este de Cuba, que para cualquiera de nosotros sería el destino ideal de unas vacaciones caribeñas, para los presos talibanes se convierte en un infierno. Nos faltan datos. El secretismo de esa prisión hace que se siga conjeturando. Sin embargo hay demasiadas organizaciones humanitarias y pacifistas que levantan su voz y denuncian su situación.

»La convención de Ginebra dice textualmente que sus acuerdos tienen vigencia “en caso de guerra declarada o de cualquier otro conflicto armado entres dos o más estados de las Altas Partes Contratantes aunque la situación de guerra no sea admitida por una de ellas”. Lo cual le da la vuelta a la tortilla. El conflicto de Afganistán sí ha sido una guerra y, por ende, los talibanes y los presos de Al-Qaeda son combatientes legales y como tales hay que tratarlos.

»Los prisioneros fueron transportados desde Kandahar (Afganistán) por avión bajo fuertes medidas de seguridad, con monos naranjas, encapuchados, sedados algunos de ellos y atados a sus asientos y entre sí. Según la convención de Ginebra, “el traslado de los prisioneros de guerra se efectuará siempre con humanidad y en condiciones no menos saludables que aquellas de las que gozan las tropas de la potencia que ha efectuado las detenciones, en sus desplazamientos”.

»También dice la convención, y con esto debería bastar, “los prisioneros deben ser tratados en todo momento con humanidad”, y continúa en su artículo 13: “asimismo deben ser protegidos en todo momento, especialmente contra todo acto de violencia o intimidación, contra los insultos y la curiosidad pública”. Hace algún tiempo, en un medio argentino, pudimos leer que “los talibanes presos en Guantánamo son una atracción más para los turistas que visitan la isla”.

»Según la Convención , “los prisioneros tienen derecho a un proceso justo y recto, a una defensa y a la posibilidad de recurso”. Acuerdo que está muy alejado del tribunal militar estadounidense que niega el derecho de los procesados a ser defendidos por abogados civiles.

»El problema radica seguramente en que EE.UU. no ha suscrito aún el protocolo ginebrino.

»Puede que la guerra haya acabado, puede que no (muchas respuestas quedan en el tintero). Guantánamo no es el fin, sino un punto y seguido. Siguen las contradicciones. Ginebra dictó que “los prisioneros de guerra deben ser liberados y repatriados una vez hayan cesado las hostilidades”. Y la guerra ha terminado. ¿O no?».

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