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El ombligo de las sirenas

El ombligo de las sirenas

No encuentro documentación alguna de si las sirenas se reproducen (quiero decir si paren, si son madres, si tienen hijas -sirenitas- o ¿hijos?) y, si fuera así, cómo nacen y van medrando hasta convertirse en el más deseable de los antropomorfos.

Conocemos, sin darle mucho margen a la duda, que las sirenas tienen descendencia, pero no sabemos su manera de engendrar. Sin embargo, la sirena tiene siempre el mismo aspecto de doncella. Ya puedan tener doscientos años o más (Andersen, entre otros, aseguraba que la sirena podía vivir trescientos años), su apariencia física es siempre la misma, a saber, una joven sumamente bella con el pelo largo, de color dorado, azul o turquesa, que nos dispensa una larga sonrisa.

El cantar de Roldán cuenta que éste preñó a una sirena del mar de confusa procedencia, pues la obra no especifica dónde la conoció. Como tampoco nos dice cómo se aparearon ni como el señor de la marca de Bretaña, amigo de Carlomagno, se las ingenió para tal menester.

El caso es que a los nueve meses, la sirena, en una playa de Arosa, parió a un hijo llamado 'Palatinus', por ser su padre el paladín Roldán, según declaraciones de la misma sirena.

Recogido el niño, nos cuenta Cunqueiro, por corrupción de Palatinus, se dijo en lengua de Galicia Paadin [o Padin], y de él, por matrimonio con un infante del país, desciende todos los que llevan ese apellido en Galicia, y además los Mariño de Lobeira y los Goyanes.

De esta manera, en el extremo noroccidental de la península se encuentran bastantes descendientes de sirena. El mismo Cunqueiro es desciende de los Mariño de Lobeira por parte de padre y, por ende, de sirena.

Recapacitando, podemos atribuirle a la sirena la condición de mamífero, en cuanto tiene mamas, lo cual es taxativo, y se mantiene embarazada, según el 'Cantar', el mismo periodo de tiempo que corresponde a nuestra especie.

Me atrevo a afirmar, según lo comentado, que la fantástica creación participa más de su condición humana que de su mitad de pez. Quizá sus órganos más elementales: toda la cabeza, presumimos, que con cerebro incluido; los brazos y los hombros; los pechos y el ombligo, suponiendo que lo tenga; el corazón y los pulmones; el vientre, los riñones y las vísceras; y la columna, si no es una raspa.

Las dudas, así pues, continúan. Por fuera son doncellas, pero por dentro no sabemos. Parece que no tienen agallas, pero sí escamas en la cola y quizá más arriba. Y una gran aleta, como la fantasía sea capaz de crear.

Es hembra, de eso no hay duda. Aunque hay quien habla de sirenos o sirénidos y de tritones, amen de otros dioses marinos.

Si admitimos, como todo pretende demostrar, que las sirenas se reproducen, que nacen, crecen y mueren, al igual que cualquier ser vivo, es necesario encontrar su pareja, con quien se aparean normalmente, a no ser que broten sin ayuda del elemento espermático masculino a imagen de la espuma y la venera de Afrodita.

O que la sirena, como varias especies en el reino marino (el pez globo, por ejemplo), cambien de sexo en algún momento de su vida o, retorciendo algo más mi elucubración, que sean seres andróginos y autosuficientes para concebir.

En algunos cuentos galeses, escoceses o de la Isla de Man, aparecen sirenas que tienen trato carnal con los hombres en la tierra o simplemente los seducen y se los llevan al fondo del mar.

El padre Freijóo no creía en sirenas, nunca existieron, asegura, aunque sí tritones. En Ruán, Normandía, al contrario, se creía tanto en ellas que los canónigos quisieron cobrarles impuestos para contemplar el espectáculo de la quema pública de las brujas.

Cunqueiro, quien opina que las sirenas tienen cola de salmón, que es la más perfecta que existe, se pregunta si las sirenas tienen ombligo y él mismo trata de darse una respuesta aunque únicamente vale para aumentar la duda: “...la sirena carece de ombligo, y cómo engendra de humano y pare es un misterio”.

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