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Bostezo

Bostezo

Los griegos llamaban bostezo al vacío, a la ausencia, al caos, a la nada. Bostezo es lo que existía (o sea, lo que no existía) antes del Océano y de la Noche, antes de la Madre Tierra y de padre de los dioses, incluso antes que el Huevo Universal.

Cuando bostezamos, mientras dura el bostezo, pasamos de ser a no ser, se anulan nuestros sentidos más elementales. Cerramos los ojos. Se apaga también una luz en nuestro interior. Clausuramos nuestro entendimiento. El bostezo es hermano de la amnea.

Todos bostezan, desde el más rico al más pobre, desde el rey al último plebeyo, desde el más féliz al más desgraciado. Ya no hay diferencia entre hombres y bestias. Los animales bostezan igual que los humanos y el vacío es el mismo, la nulidad es semejante.

Es algo primitivo. Bostezábamos en tiempos de dinosáurios y bostezaremos teletrasportándonos (si llega el caso) (que llegará) o en la máquina del tiempo que, si existiera algún día, ya existe, porque el tiempo no tiene fronteras, no tiene límites y, en este caso, no tiene tiempo.

No sólo se bosteza de sueño. También bostezamos de cansancio, de aburrimiento o por hambre. Se bosteza igualmente al cambiar de actividad. Y los bostezos suelen ser empecinados. Ahoguemos un bostezo y pugnará por manifestarse más pronto que tarde. Y disimulemos la boca abierta que el bostezo nos vencerá.

Casi siempre aparece doble o múltiple en sus dictados. Y vienen acompañados de lágrimas que no son de dolor ni de alegría, sino involuntarias de ausencia de deseo.

Cuando bostezamos bajamos la guardia. Somos vulnerables. Somos animales indefensos, formamos parte de la nada, del universo caótico sin agua y sin luz (y no porque la haya cortado el ayuntamiento).

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