La vanguardia de mirar atrás
Flamenco viene del sur
Antonio El Pipa no sorprende. Muestra lo de siempre. Es el flamenco más tradicional, el convencional baile de taconeo, brazos en remolino y rostro desencajado y sonriente. De primeras puede parecer una obra escaparate, pensada exclusivamente para gustar, más a los extraños que a los propios. Pero, poco a poco, va cogiendo forma, se va engrandeciendo por sí sola, hasta que todo el espectáculo cobra la vida y la razón que tildan a la calidad. Porque no hay mayor vanguardia que mirar atrás y no perder el norte. Porque no hay mejor propuesta que recrearse en la esencia una y otra vez. Antonio El Pipa no sólo se fija en sus mayores (Antonio Gades), sino que se rodea de ellos (Juana la del Pipa, Mariana Cornejo y Concha Vargas) comprendiendo y demostrando el indisoluble nexo de unión del presente y el pasado.
“De Tablao” consta de cuatro partes que se imbrican entre sí formando un todo coherente, que disminuyen en longitud pero aumentan en intensidad. Las canciones de Lorca, tan sólo apuntadas a capela, “Café de Chinitas” y “Anda Jaleo” nos introducen en “El Tablao”, donde se reivindica, con cantes de fiesta, el baile de siempre. El Pipa aborda unas cantiñas, haciendo alarde de su dominio y buen gusto. Sobrado en brazos, elegante y efectista, el bailaor jerezano cautiva desde el principio. Las seguiriyas, bailadas por María José Franco y cantadas por Morenito de Íllora, son el respiro a tanto jaleo y dan pie a “Noche de Resaca”, en la que el tempo se hace más profundo y se sienten la soleá, la taranta y la soleá por bulerías, que interpretan los dos primeros bailaores. Desde aquí, podemos apreciar la capacidad improvisadora de El Pipa recogiendo una peineta de su partenaire y devolvérsela a la cabeza como si de una suerte de banderillas se tratara. Apreciable es también la labor de Concha Vargas y Juana la del Pipa rompiéndose por soleares.
Completamente dedicada a Cádiz, la tercera parte “La Atracción” comienza con unos tanguillos, más recitados que cantados, por la gracia de la especial colaboradora Mariana Cornejo. Las alegrías anunciadas se convierten en cuplé por bulerías cantadas por esta misma intérprete, imponiéndose como lo mejorcito de la velada.
Todo desemboca en “Bailaor”, fruto de la evolución desde los míticos tablaos. Es donde El Pipa se desborda y vuelca su potencial. Llega a un público incondicional que reconoce su talento y su labor conservadora, que muestra en la soleá final y su coda por bulerías, con grandes momentos de virtuosismo y de la fresca capacidad improvisadora ya aludida. Nosotros, al fin, recogemos su arte de de tradición, añejo, aunque de poco riesgo, y quizás echemos de menos un lenguaje más reposado, un baile más visionario.
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