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volandovengo

Chano entre los dioses

Chano entre los dioses

Con cerca de ochenta años (1927), Chano Lobato es el rey del escenario. Su generosidad y gracia no tienen parangón. Es el último representante de esa saga de cantaores gaditanos, como Beni o Pericón, que ilustraban sus actuaciones con increíbles anécdotas que, lejos de romper el ritmo del concierto, le añaden un nuevo aroma.

Chano, con el desparpajo gaditano ya comentado, se metió al público en un puño. Ya no sólo por sus chascarrillos, sino por su entrega y su gusto extremo al decir los cantes. Un gusto que palia sin discusión una voz algo apagada por la edad y la batalla.

Fue el encargado de cerrar la noche, cerca de las dos de la mañana, y, si fuera por él, habría continuado hasta la madrugada. La crítica especializada le ha otorgado la distinción III Compás del Cante y no sin razón. Si el paladar, comentado más arriba, fue la tónica de su concierto, su sentido del ritmo es insuperable. Un hombre como Lobato, hecho para cantar ‘atrás’, está sobrado de compás. El cantaor se centró en Cádiz, recordándonos una vez más que los cantes de su tierra no se conciben en la actualidad sin el aporte de Chano Lobato. Comenzó por tangos, en los que se acordó de Granada y continuó por sus alegrías que han creado escuela. Un punto de inflexión fue la soleá “para los de mi edad”, puntualizó. Después, sin bajar la guardia, dio una buena muestra de sus deliciosas bulerías salpicadas de colombianas. Capaz de cantar cualquier cosa por bulerías, es de los primeros cantaores que introdujeron el cuplé en este cante.

Y, puestos a la realeza, también fue rey en los tanguillos, a los que contribuyó a su reconocimiento, y en las rumbas con las que se despidió, dando unas ‘pataíllas’ con salero y con duende. El público, la afición sin fisuras del pueblo de Íllora, no deseaba que se fuera el maestro gaditano, como tampoco querían que abandonara el escenario ninguno de los que le precedieron.

Carmen Carmona, artista local, fue profeta en su tierra. Hizo las delicias de su gente, que coreaba sus canciones como si se tratara de una estrella del pop. De una familia flamenquísima emparentada con los Habichuela, con Diego el Cigala o con Morenito de Íllora, Carmen se templó con una soleá. La belleza de su timbre y la altura de sus registros nos pueden recordar a Esperanza Fernández y sus ecos y encajes a Camarón. De su disco “Calvinaca” tomó una rumba y unos tangos llenos de energía y color. Y, para despedirse, repitió tangos. En esta ocasión, los llamados “Mi abuela” que, antes de incluir en su próximo trabajo discográfico, son ya un verdadero éxito. A la guitarra, el soniquete especial del veterano Niño Jero.

Patricia Guerrero, siempre lo diré, hoy baila mejor que ayer pero peor que mañana. Es una bailaora que no para de aprender, de exigirse, de experimentar nuevas formas… Patricia es una buena prueba del artista que nace con determinadas facultades, pero que se hace día a día, estando al pie del cañón, o, en este caso, al pie del tablao. Hizo seguiriyas y apuntó un poco por bulerías en el fin de fiestas. Supo a poco.

Juan Pinilla, cantaor de Huétor Tajar, tiene una proyección tremenda. Ha traído cinco primeros premios del Festival de las Minas de la Unión, el galardón más prestigioso de flamenco joven de nuestro país, y se ha quedado finalista de esta edición. Lo mismo nos sorprende con la Lámpara Minera de este año. Cantó por tonás, por fandangos de Granada y por granaínas, no sin antes dedicarle una farruca excepcional a Chano Lobato.

El primer intérprete de la noche fue Álvaro Rodríguez que, con voz torrentosa y bien modulada, hizo soleá y milongas, demostrando su buena forma y el merecido galardón recibido recientemente en el concurso “Flamenco en los Montes”.

* FOTO: Paco Sánchez 

2 comentarios

volandovengo -

Paco, conozco tu afición al flamenco y el seguimiento que haces a mis escritos. Poca gente los comenta porque no tiene tiempo, no tiene qué decir o no se atreve. Símplemente, el blog está en la red, cumpliendo una función que no sé aún su alcance. Que me comentéis algo es extraordinario, pero si no, yo seguiré escribiendo sin problemas, pensando que estáis en algún rincón escondidos. Es como el amigo invisible.

Paco Campuzano -

Querido Jorge, me ha alegrado mucho leer tu crítica a Chano Lobato, que es uno de mis ídolos flamencos. Durante un tiempo me topaba con él a menudo en Sevilla, cogiendo el autobús. Al principio pensaba que ese anciano decrépito y de movimientos lentos no podía ser el mismo que había visto unos meses antes en una actuación, erguido sobre su silla derramando gracia y llenando el aire con su voz. Pero sí, era él, no me cabe duda. Coincidía con Chano sólo un par de paradas, hasta que él se bajaba en la parada del Hospital Virgen del Rocío. Tiempo insuficiente, pensaba yo, para abordarlo y entablar una conversación. Esta vergüenza mía para hablarle, es la misma que me hace no comentar tu diario, del que disfruto cada día.

Chano Lobato puede que no sea el mejor cantaor, pero es el más lleno de vida. Nunca dejan de hacerme reír sus chistes y anécdotas, que suele repetir una y otra vez en sus actuaciones (como el de aquél que, pescando, sacó un farol “finisio” encendido.

Un Abrazo

Paco Campuzano