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Te seguiré queriendo verde

Te seguiré queriendo verde Cristina Hoyos y el Ballet Flamenco de Andalucía, como en un efecto bumerang, vuelven a Granada para traernos nuevamente su “Romancero Gitano” de Lorca, que habitó los jardines del Generalife durante más de un mes en este pasado verano. El tiempo suele currar las heridas o termina por matar. Lo que sí es cierto es que el tiempo lo pone todo en su sitio. Y esta obra ha madurado con dignidad; su formato se ha reducido, de un gran espacio escénico a las tablas de un teatro, y ha cambiado alguno de los actores pero la esencia sigue siendo la misma.

El papel de Antonio el Camborio que hacía El Junco, como primer bailaor, en esta ocasión lo retoma Daniel Navarro, un artista del momento, con propuestas más arriesgadas y más creíble en su interpretación. De hecho, destacamos sus alegrías como uno de los mejores momentos del espectáculo, junto con los palillos de Cristina Hoyos en el “Romance de la Pena Negra”, el momento inmaculado del “Romance de la luna luna” o el erotismo manifiesto de los tanguillos de “La monja gitana”.

La obra se desarrolla en un recodo de la carretera, posiblemente hacia Alfacar y Víznar, donde se reúne un grupo de gitanos para contarse historias, propias y ajenas, recogidas en una decena de poemas del Romancero. A través del canto de esperanza del “Verde que te quiero verde”, se van hilvanando estas diez piezas cobrando entidad y dramatismo hasta crear una obra coherente, una lectura posible de los versos de Federico.

Lo mejor, la creación musical de Pedro Sierra y los intérpretes de esta música, entre los que destaca el eco flamenco de Reyes Martín. Destacamos igualmente las guitarras y casi la totalidad del baile individualizado. Las coreografías, también muy conseguidas, pecan en general de estar supeditadas a un guión escénico, que le resta autenticidad al resultado. Nunca me ha llegado el flamenco que pretende ser actor; aprecio un regusto de falsedad en su entrega. Junto con esta mediocridad dramática, el conjunto también hace agua con el recitado de los poemas. Ninguno es rapsoda, no sé si se pretende, pero la eficacia llegaría con voces menos lainas, más flamencas, más gitanas. Una honrosa dispensa a Cristina, que demuestra ampliamente su naturalidad y su bagaje interpretativo.

Suenan abandolaos, suenan tangos, que nunca son de Granada, suenan bulerías… Todo se integra en una función de hora y media, sobrada de recursos: vídeo de fondo, sonido en off, argumentos conceptuales, cuando se proyectan el título y algunos versos de los poemas, luces, el recurso del humo al principio… Una obra que sin ser redonda, brilla en sus aristas, pero en la que irremediablemente resplandecen también sus tópicos.

* FOTO: "Preciosa y el aire", la bailaora Rosa Belmonte en el Romancero gitano, este verano en el Generalife (© Nono Guirado).

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