La historia interminable
Aún no hemos mediado el año y ya se cuentan en nuestro país treinta y cinco (35) mujeres asesinadas por sus parejas o ex parejas. Algunos tenían denuncias, otros orden de alejamiento, otros nada.
Una infidelidad, un abandono, un ninguneo, una contrariedad, una desobediencia, una discusión, una mirada atravesada, una palabra mal dicha (o bien dicha), un palo al agua, la comida fría, el niño que llora, la vecina que llama al timbre, el teléfono que no para de sonar, el mando a distancia, que no hay cerveza, maldito gato, otra vez tu madre, por qué llama el cartero dos veces...
Cualquier excusa es buena para el uso y el abuso (o el uso del abuso).
Dónde dice que somos dueños de las personas, de nuestra pareja, de nuestros hijos. La esclavitud en nuestro siglo, en nuestra geografía, está erradicada. El servilismo tampoco tiene razón de ser. El servicio es voluntario. El servicio remunerado, sea cual sea la paga, no es servicio, que es comercio.
Quién nos autoriza a disponer de la vida de los demás. Somos lobos hambrientos, somos aves de rapiña, somos sanguijuelas para con nuestros semejantes (¿semejantes?).
Por mucho que lo denunciemos sigue sucediendo. Por mucho que nos avergoncemos lo tenemos muy cerca: detrás de la esquina, en el piso de al lado, en nuestra casa.
¿Qué podemos hacer? ¿Qué defensa tenemos? ¿Qué solución hay? ¿Qué ejemplo? ¿Qué castigo? Yo no sé. Quizá la educación, la igualdad real (no el sistema de cuotas), la tolerancia, la unión de todos...
Os dejo un poema de César Vallejo que acabo de recordar:
MASA
Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: «No mueras, te amo tanto!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Se le acercaron dos y repitiéronle:
«No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando: «Tanto amor, y no poder nada contra la muerte!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: «¡Quédate hermano!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Entonces, todos los hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;
incorporóse lentamente,
abrazó al primer hombre; echóse a andar .
7 comentarios
volandovengo -
con patines -
Identidade -
volandovengo -
Tan real y cotidiano, Lauzier, como desde que lo escribí, hace apenas tres días, hasta hoy, que escribo este comentario, hay tres nuevas víctimas del llamado asesinato de género (y de número, añado yo) en nuestro país.
lauzier -
Miguel Ángel González -
Pero no me parece menos evidente la existencia de hijoputas en estado puro, de seres que, con todo el trasfondo subliminal que se quiera, gozan causando dolor o dando muerte a otros seres... a ser posible más débiles, mejor aún: indefensos.
Y no es verdad que "no se mata por cerveza caliente". Yo sé de quien ha lesionado casi hasta la muerte a su compañera por una comida "servida" (ojo al verbo) en exceso fría para el gusto del expeditivo sibarita. Que ésa sea sólo la "muestra", ¡elocuente, contundente muestra!, de malformaciones educativas o sociales, de foscos complejos, de instintos torcidos y demás males mayores es, en mi opinión, harina de otro costal, sobre la que habrán de pronunciarse los especialistas.
En todo caso, y a la espera de que psiquiatras y psicólogos determinen los móviles más íntimos de la bestia humana, la enumeración "demasiado simplista" empleada en el artículo se me antoja bastante más "concreta" que un cúmulo vagamente lírico de abstracciones tales como amor, desamor, injusticia, fracaso, oportunismo, casualidad, causalidad..., cada una de las cuales y todas juntas vienen a significar tanto así como el mar y sus arenas ante la realidad tangible materializada en el cadáver de una nueva víctima, éste sí, atrozmente neto, ajeno a toda ambigüedad especulativa.
anibal lexter -