El Palacio en llamas
Posiblemente provocado porque prendió con cuatro focos distintos, el Palacio de Congresos de Granada ardió sin tregua la noche del viernes. Los asistentes, lejos de intentar extinguir las llamas, echaron más leña al fuego.
Desdoblada y en escenario distinto, la Noche Flamenca del Albaycín, se cubrió de gloria, acertó de lleno, programando, en el segundo y último día de su festival, sólo baile. No un baile genérico de amplias propuestas, sino una forma muy concreta de concebir la plasticidad del flamenco. Un baile de equilibrio y fuerza, de raíz y sentimiento. Tan varonil y quebrado que se podría calificar como ‘baile macho’, que distingue en particular a la saga de los Farruco. No en vano, el baile fue pura exhibición, derroche de energías, fuerza bruta, ejercicios circenses. Más difícil todavía.
Para empezar, una rueda de martinetes sirvió como originalísima presentación de los cuatro bailaores. En escena, con sus cuadros íntegros, unos treinta flamencos, se fueron pasando el testigo de izquierda a derecha. Primero Juan Andrés Maya, seguido de Juan de Juan, después Luis de Luis y, para acabar, Farruco. Desde este primer momento advertimos que no hay tanta diferencia entre estos bailaores. Navegan en la misma onda. El juego de pies es su credencial.
Tras este apoteósico preámbulo, que pareció fin de fiestas, por su pura fuerza, los primeros músicos interpretaron unos tangos, mientras Luis de Luis se preparaba para las seguiriyas. Como si fuera una continuación de la primera parte, comenzó con el martinete. A pesar de ser el bailaor más humilde de la velada, fue el más redondo y convincente. Sus desplantes y patadas inacabadas pueden ser sobresalientes.
Los brazos de Juan de Juan son los más evidentes del grupo, que se arrancó por bulerías. Su zapateado es digno de elogio, aunque sus silencios y la búsqueda del aplauso continuo, difuminaran su entrega. Juan fue quien llevó el cuadro más completo. Dos guitarras, un violín y nada menos que cinco cantaores detrás.
Juan Andrés Maya sigue creciendo en su tierra. Una vez más baila para sus seguidores, baila para su gente, que posiblemente era todo el teatro. Es el más histriónico. Su baile, en cambio, tiene un aplomo especial. Se siente seguro y admirado. No sorprende. Es lo que se espera del patriarca de los Maya y así lo entiende y así se ofrece. Las seguiriyas son agradecidas para este bailaor, que propone empezar por milongas y rematar con jaleos y fiesta.
Farruco, indiscutible cabeza de cartel, asombrosamente baila alegrías, un baile en principio femenino que es acogido últimamente por los hombres por su versatilidad y posibilidades. Farruco tiene el sello familiar, es elegante, serio, preciso. Su baile está lleno de remates. Carece de esfericidad, pero cautiva con su arrebato.
Al final, un poquito por bulerías, con los artistas que quedan, sirve para despedir esta noche memorable de propuestas quizá demasiado largas y problemas puntuales de sonido. Un público, lleno de flamencos, lleno de amigos, lleno de vecinos, se volcó con los bailaores. Y, por último, pienso que los artistas locales convencieron más que los foráneos.
* Farruco en la foto
7 comentarios
volandovengo -
encarna -
María -
volandovengo -
También sé que es un bailaor de oficio y de mérito, un valor para Granada. Si no lo considerara, no hablaría de él y punto, lo ignoraría. Espero el día que me sorprenda gratamente, como ya lo ha hecho en varias ocasiones.
El cultivo del flamenco no se limita a bailar, a encerrarse en una habitación y ensayar e intentar crear nuevos pasos. Para crecer en el flamenco hace falta mucho más: hay que abrir la mente, mirar más allá de nuestras fronteras, estudiar, conocer y, como dije antes, soltar lastre.
marisol -
juan andres es el arte personificado y si no te gusta lo respetamos pero se un poco coherente gracias por no empeorarlo mas.
volandovengo -
Pondré una foto de él la próxima vez que lo mencione. Prometido.
Y gracias por el beso que, aunque virtual, sienta bien.
Estrella -