Los pecados capitales. La envidia
Por aquellos increíbles golpes del destino, por medio de una lámpara y su genio, un hada y su varita o una estampita escondida en el vientre de una galleta, tienes la oportunidad de pedir un deseo. El que sea; material o espiritual; constante y sonante o especial y delicado, etéreo.
Es la suerte que llama a tu puerta, es la oportunidad vestida de fiesta para ti. La única condición, casi como una extensión a esa dádiva, es que tu vecino también será favorecido. Lo que pidas, tu ardiente deseo, le será entregado a tu vecino multiplicado por dos. Lo que a ti se te conceda, al de enfrente se le otorgará doble.
Después de mucho pensar, pues quieres sacar el mejor partido a esta escalera de color y, al mismo tiempo, no deseas favorecer a ese prójimo que ni te va ni te viene, y que quizá, incluso, sea tu enemigo, manifiestas en alta voz el don que pretendes. Y enuncias sin vacilar: "¡Que me saquen un ojo!".
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volandovengo -
Patón -