Miedo al miedo
Hace poco publiqué un pequeño diálogo, en un post, llamado "Gripe A", que venía a decir que el miedo nos corta las alas. El miedo al miedo, me refiero. O sea, el miedo al por si acaso.
Refería la anécdota de una amiga que no salía sola porque le robaron en la calle. Entre líneas leemos que pasó miedo, quizá durante años, y no desea volver a pasarlo.
Mi madre decía que el dolor más grande es el que le afecta a uno. Podían hablarte de los oídos, de las muelas o del estómago. Pero si a ella le dolía una uña, el dolor más grande del mundo es la uña que le dolía a ella.
No sé dónde leí, con referencia a las tribus urbanas y a la supervivencia callejera, que el "uniforme" en lo que consistía es en hacerte fiero. Como los animales que se erizan o elevan sus plumas para aparentar, los sectarios pretenden dar más miedo que el contrario, mostrarse más feroz y matón para intimidar al contrario.
El "disfraz" nos da seguridad, además de identidad dentro de un grupo. Nos sentimos seguros con nuestras prendas callejeras, que, a veces, no es nada más que un peinado, unas gafas de sol o una camiseta. Nos da confianza en nosotros mismos y en los que caminan como nosotros. Evitamos el miedo.
Hacemos las cosas casi siempre, no por convicción, por creencia o porque entra en nuestro código ético, en nuestra escala de valores, sino por miedo. No faltamos a clase para que no se lo digan a nuestros padres, no cometemos infracciones para que no nos quiten puntos, no delinquimos para que no nos apresen, no...
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