Blogia
volandovengo

La hija de mi jefe

La hija de mi jefe

Las pequeñas y medianas empresas son pequeños feudos y, si son familiares, se constituyen en verdaderos reinos de taifas donde señorean los empresarios y están a la orden del día la explotación, el chantaje, la ley del embudo, los trabajos forzados y el trato de favor.

Si en estas tierras campea por sus fueros la hija del jefe, ésta se erige en favorita del sultán. Un ser desmedido y caprichoso que gira donde sople el viento de su abanico y obtiene dádivas y beneplácitos con tan sólo una sonrisa, como si dijéramos por su bella cara.

(Aunque generalizo, estoy muy lejos de pensar que esta es la tónica entre todas las princesas. A veces éstas son poco agraciadas en el trato y soportan más que nadie el peso y las iras de su progenitor.)

Mi jefe se ha tomado unas pequeñas vacaciones y ha dejado oficiosamente al frente del negocio a su hija que, genéricamente, funciona de administrativa por haber optado como única candidata al puesto que graciosamente le tendía su padre.

Mi madre decía que lo peor eran los nuevos ricos. El rico de toda la vida es natural, diría que básico, pues está acostumbrado a tener dinero.

La hija de mi jefe, esa aspirante a rastacuero que a lo más que llegará es a mirarle los bigotes al ratón de cola, me recrimina a diario por una u otra razón. Me apremia en un trabajo que llevo metódicamente al día, por ejemplo.

Lo último fue que me dijo que me había despedido diez minutos antes de mi hora habitual de salida. No pude demostrar lo contrario ni anteponiendo mi escrupuloso sentido de la puntualidad. No pude comentarle que siempre entro antes de las nueve para que mi hora me encuentre ya sentado en el ordenador. No pude convencerla de que no salgo a desayunar (lo que sí hace ella y gran parte de la plantilla), pues llego ya comido de casa. No pude insinuarle que, cuando el trabajo necesita un poco más de tiempo, no me miro la muñeca y la sirena me traspasa.

A partir de ese día, aguanto diez o quince minutos al fin de mi jornada y, cuando cojo el abrigo para irme, le pregunto la hora a "la hija del jefe" que me la dice a regañadientes.

2 comentarios

volandovengo -

Por desgracia, preferiría que esas rebeldías fueran suspiros fantasiosos. Ya te contaré.

n0n0 -

Es usted un rebelde de maneras exquisitas, si señor.