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En busca del tiempo perdido

En busca del tiempo perdido

Flamenco viene del Sur

Bonito, equilibrado, redondo. Sin aspavientos ni excesos técnicos. Una obra, Tejidos al tiempo, de la Compañía Flamenca “La Choni” con contenido y con continente. Algunos de los recursos utilizados, sin embargo, ya los hemos visto anteriormente, aunque no aparecen de ninguna manera trasnochados. Al contrario, disfrutamos de una puesta en escena fresca, valiente y dinámica, gracias al director Jorge Barroso “Bifu”.

La parquedad de un escenario bicolor, asimétrico, y una bailaora colgada como si fuera un muñeco de hilos, juguete del destino, nos saluda bailando por seguiriyas. Son interesantes los movimientos quebrados, automatizados, de la marioneta que cuelga del techo. Es sobresaliente la música amable, creada por Raúl Cantizano, que sostiene el armazón del espectáculo y actúa como verdadero diapasón de los momentos, compás del paso de un tiempo sin tregua.

En el ángulo izquierdo, a boca de escenario, un reloj de arena nos recuerda que estamos irremisiblemente unidos a la rueda del tiempo. El hombre de negro (con vestido de cola y paraguas abierto), que puede ser el mismo tiempo o su desenlace final, remata la pieza cortando los hilos que apresan a la bailaora brindándole un poco más de libertad, algunas horas regaladas a la inevitable muerte. Ya liberada, la bailaora sevillana, se despereza por Huelva.

Las bulerías, que aborda Alejandro Granados, el artista invitado, siendo lo más reconocible en su conjunto, constituyeron uno de los bailes con más pellizco. Alejandro es de elegante profesionalidad. Maestro de maestros. Reposa el baile, patea el horizonte, baila su propio eco reflejado en el éter. ¡Ole!, sin objeciones. Un ole también a la voz rotunda de Alicia Acuña. En la soleá “Una esperanza encontrada”, “La Choni”, muestra su lado más flamenco. Entre sus silencios, quizá excesivos, destacan su juego de brazos, su refinada estampa, el elegante vaivén de su vestido de cola.

Sin duda, el mejor momento de la función llega en forma de milongas. Vicente Gelo hace un cante entrañable, con muchísimo gusto y frescura. El baile es de una plasticidad exacta. La comunión entre el baile contemporáneo y el flamenco es la más conseguida que he visto en mucho tiempo. En otras ocasiones, ambas manifestaciones de la danza se muestran ajenas o mal calzadas. Es encomiable la aparente sencillez preñada de belleza de Asunción cuando se queda sola y se desdobla para bailar consigo misma, mitad hombre y mitad mujer, mitad negro y mitad rojo, el yin y el yan en una escena para el recuerdo.

Termina la función con una nana musical, interpretada con zanfoña y escobillas de de jazz, en donde los tres protagonistas recorren el escenario, hasta que “La Choni”, frente al reloj, comienza a devolverle arena, intentando recuperar así el tiempo que se pierde.

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