Juana Amaya, purasangre
Los veranos del Corral
X Muestra Andaluza de Flamenco
Vuelvo a repetir, que en gran medida, la calidad de un concierto, de unos artistas, se puede deducir por la cantidad de flamencos que acuden a su encuentro como espectadores. El martes, como nunca en lo que llevamos de ciclo, se dieron cita para ver el baile de Juana Amaya más de una veintena de artistas granadinos, que, considerando la época, que quien no está de vacaciones está de gira, es una buena estadística. Siempre me alegra que los flamencos vayan a ver a otros flamencos. Es la manera de estar al día, de conocer lo que hacen los demás, del continuo reciclaje.
El sonido se fue ajustando hasta rozar la brillantez a los postres en un concierto que tuvo mucho de improvisado. Los tres cantaores, Miguel Lavi, El Galli y El Extremeño, abren con una rueda de tonás antes de abordar las seguiriyas con las que comienza su entrega Juana Amaya. La que fuera pareja artística de Mario Maya, Joaquín Cortés o Antonio Canales, viene a ser una de las bailaoras más importantes del momento y sin duda la más pura, la más gitana. Sin salirse de la estricta ortodoxia, tiene un lenguaje propio que cautiva. Es tan reposada como frenética. Destacan sus limpios pies, siempre precisos, el muelle abanico de sus manos y la expresión de su rostro. Un rictus de quien está de vuelta, de quien domina sin aspavientos, de quien conoce las entretelas del flamenco. La bailaora de Morón de la Frontera hace la seguiriya menos dramática que de costumbre, aunque al final acaba con un triste abandono. Excelente.
La mayoría de los espectadores son extranjeros, turistas de la ciudad que incorporan el flamenco en su lote de visitas. Se llevan calidad en un escenario exclusivo, por la belleza y por la cercanía. Puede que se vayan sabiendo algo más de este arte. Aunque yo les diría que esto no es un circo para aplaudir cada pirueta. Las palmas continuas incordian más que favorecen, desconcentran más que animan. Habría que plantearse la figura del regidor con su cartel de “aplaudir”. Al igual que esto, me sobró la flauta de Eloy Heredia, por muy bien que toque, y, si me apuran, la percusión de Tete Montoya.
Los hermanos Campallo sólo estuvieron correctos y dejaron bastante que desear en los tangos, en los que los cantaores tampoco estuvieron a la altura. Sin duda la mejor aportación de todos fueron las bulerías, jaleos y soleá que se imbricaron para cerrar la noche, donde Juana impuso su magisterio incuestionable, demostrando que es una bailaora completa, una bailaora de raíz, una purasangre.
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