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¡Larga vida a la copla!

¡Larga vida a la copla!

Enamorados anónimos

Los viejos copleros nunca mueren. Todos los españoles (en el amplio sentido de la palabra), querámoslo o no, tenemos en nuestro interior un rinconcito llamado copla. Son las historias de toda la vida, son nuestros versos, nuestras canciones. Por eso ayer, en el estreno de Enamorados anónimos, dirigido por Blanca Li, en el teatro Rialto de Madrid, se oía cantar por lo bajini en el patio de butacas lo que se estaba interpretando en el escenario. Pero, lejos del tópico de una España de peineta y banderilla, este homenaje a la copla, vapulea el pasado, limpia la canción, imprimiéndole nuevos ritmos, lecturas diferentes, más comprensibles a la sensibilidad del momento. El armazón inexpugnable de las letras de estas coplas, cobran toda vigencia a través del tamiz tan sabiamente extendido. De manera, que las canciones de Quintero, Solano, León, Sabina o Carlos Cano, se reescribieron para muchos años más de vida, quizá un siglo, como se dijo en la presentación, quizá para siempre, podemos apuntar.

Llama la atención la música, como digo, responsabilidad de Javier Limón. Mucho piano, mucho viento, mucha percusión (y el soniquete de la guitarra que no falta), para abordar salsa, bolero, son, rumba o bulería. Llama la atención la parquedad del escenario. Un cajón de blanco impoluto que va cobrando nueva vida gracias al vídeo proyectado (Charles Carcopino); a algunos elementos y telones de apoyo de igual simplicidad y belleza (Paco Delgado) y al esforzado juego de luces (Jacques Chatelet), que se complementa con el impecable sonido (Javier Isequilla).

La caja es la clínica de "desentosicación del amor", donde Eva (Mara Barros), la terapeuta, reúne a un grupo de enamorados anónimos que lo quieren dejar. En esto vemos uno de los grandes aciertos de la obra, el elenco de actores-cantantes, después de un minucioso casting, gobernado por Laura Gutiérrez. La apuesta de cantaores que puedan interpretar y no actores que puedan cantar, imprime una dimensión de calidad en el espectáculo fuera de toda duda. La labor interpretativa de estos chicos ha sido encomiable. Haber visto en escena a cantaores inmóviles y verlos ahora actuar de esa manera es todo un logro y una agradable sorpresa. Carlos Vargas, Verónica Rojas, Susana Guerrero, Ondina Maldonado, Alberto Funes, Alejandro Vega, Selina del Río, Sandra Carrasco, Juanma Mora, Alba Flores, Tanía García, Trinidad Montero o Juan Devel, en orden indistinto, defienden sus papeles, haciéndolos evidentemente creíbles y de un enorme peso dramático. Sin embargo, es el caballo de batalla. La interpretación, aunque fresca y natural, espontánea, es algo que aún hay que pulir. Dentro de unos meses (pues la obra reúne todas las papeletas para alcanzar el éxito que su predecesora en este mismo teatro "Hoy no me puedo levantar"), estará paliada esta carencia.

La gran comicidad de los diálogos, de las escenas, del argumento, es igualmente una bondad añadida. El público no sólo disfruta con el nuevo tratamiento de la copla y la calidad sin fisuras de sus intérpretes, sino que la sonrisa a flor de piel y la carcajada floja son permanentes. Un espectáculo de dos horas, con su ambigú y todo, se nos hace corto al ver un planteamiento tan cercano y familiar, del amor que triunfa sobre el desamor enrarecido. Un amor "sin tamaño ni color", como se canta en uno de los temas. Un amor sin ningún signo, a la medida de cada cual, porque "el amor cuando no hiere mata porque amores que matan nunca mueren".

Y, todo este cultivo bien trabado, se sazona con la sorpresa continua, con elementos aparecidos del foso o descendidos desde el cenit, con las sombras, con las trasparencias, con el cuerpo de baile que, como el coro en las tragedias griegas, está siempre presente para subrayar la escena, para cantarnos lo bueno y lo malo o tan sólo para acompañar al viento, engañando al vacío, rellenando el ambiente. Blanca Li es sobre todo bailarina y coreógrafa. Los elementos de baile están muy trabajados, son frescos, contemporáneos y de una complicidad absoluta con la escena, Bailan sobre bolas de pilates o sólo las piernas con media y tacón a través de puertas abiertas o tomando como partenaire muñecas y muñecos hinchables.

Blanca ha vuelto a aceptar el reto y lo ha vuelto a superar. Guardaremos nuestros próximos sobresalientes para el futuro que promete.

* En la  foto Sandra Carrasco.

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