Las ocurrencias de Baltasar
Tengo algunas ideas que no prosperan. Por lo irrealizables, por lo surrealistas, por ambas cosas. Como cuando planteé pintar un local con catapulta. Todos se negaron menos, como cantaba Krahe, algún poetastro que alabó la de alabastro o el pelma de don Simón que de un vuelo fue al pilón.
Otra propuesta fue en la víspera de mi casamiento. Le dije a mi contraria (así llama mi padre a nuestras compañeras) que las despedidas, si acaso, las deberíamos realizar ella con sus amigos y yo con mis amigas, que es en realidad de quienes tendríamos que despedir de la añorada soltería. La lógica y la cara de diablillo que se me debió poner disuadieron a mi futura esposa de tal extravagancia.
Hace cinco años, con motivo del primer aniversario de mi hijo, quise quitar del cartelón en su fiesta la "s" de FELIZ CUMPLEAÑOS, puesto que cumplía uno solo. Sería la única vez en su vida que viera (digo, es un decir): FELIZ CUMPLEAÑO. Por descontado se interpretó como otro de mis desvaríos y no se me hizo ni caso.
Porque la unidad es importante y hay que reivindicarla cuando podamos. El pájaro solitario siempre se posa en la rama más alta (San Agustín). Uno de los grandes inventos cotidianos de la modernidad es el grifo monomando. Etc (o ect, como le escribía Salvador Dalí a Pepín Bello).
Antes de antes había una sola tele, un solo canal, y todos veíamos lo mismo o no veíamos la tele. Así, a la pregunta: ¿Viste ayer la tele? Sólo cabe una respuesta: Sí o no.
Lo mismo pasa con los regalos de Reyes. Un solo regalo solía aparecer la mañana del seis de enero, y si acaso caramelos en los zapatos.
Mi hijo recibe tantos regalos, que todavía está desenvolviendo, como quien dice. No es eso exactamente. Sino que empezamos a disfrutar de ellos durante estos días en que está luchando contra los virus.
Uno de estos juguetes, que procede del saco de Baltasar, es una caja de juegos (al estilo de los "Juegos reunidos"), que atesora varias horas de diversión compartida. Hemos jugado a las damas, a los dados, a la escalera, a la oca, a los palillos chinos.
Yo, le enseño lo que recuerdo. También miramos las instrucciones, ricas en idiomas, pobres en comprensión. Mi hijo dice a qué jugamos, mueve sus fichas y mueve las mías, pone las reglas y dicta razones. Pero no siempre gana. Sabe perder y nos reímos.
Lo más importante del juego, lo más importante en la vida, es el azar, el devenir de las cosas, la ambigüedad del destino, el triunfo y la derrota... y la sonrisa permanente.
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