Las flamencas se revindican
Patrimonio Flamenco
Con algo de antelación, pero con toda la intensidad, un grupo de flamencas de Granada se ha reunido para celebrar el Día de la Mujer Trabajadora. Cinco mujeres detrás de los micros, más dos bailaoras, apoyadas por algunos músicos, hicieron vibrar la sala de La Chumbera la noche del sábado, poniendo de relieve algo que ya preveíamos, que el flamenco tiene nombre de mujer. Tradicionalmente, las flamencas han estado relegadas a un segundo plano en los escenarios, en las peñas, en los tablaos. A excepción del baile, el flamenco fue cosa de hombres. Incluso, alguna fémina, actuaba como varón para encontrar un espacio o simplemente para abrirse camino. Eso era antes, como ya he dicho. Quizá antes de antes. Ahora la mujer ocupa los escenarios y tiene un papel en el cante de tanta relevancia, o más, que el hombre. Vemos asimismo que surgen guitarristas y percusionistas, todavía pocas, ante las que hay que quitarse el sombrero. Desde un primer momento, desde las primeras voces por martinetes de Rafaela Gómez y de Irene Molina, se pone de manifiesto este espíritu, se revindica a la mujer, ya sea trabajadora, artista o ama de casa.
Después de las tonás que sirvieron para abrir boca, una rumba a tres voces (a Irene y Rafaela se les unió Macarena Fernández), determinó la tónica del concierto. Sería una piña, sería una obra coral donde se superponen hasta cinco voces, cada una con sus matices, con resultados dispares, pero con sonido muy flamenco. A veces lo interesante es la propuesta y la admisión del público antes que la filigrana o la taracea. De esta manera, la rumba vino seguida de temas más o menos flamencos, abordados por todas las cantaoras, al menos en sus estribillos. Desde las alegrías, que bailó Carmen Yolanda Villena, el escenario se llenó con la guitarra todoterreno de Rafael Habichuela.
Emocionantes fueron los fandangos de Huelva, con incursiones de Alonso y otros rincones, donde es habitual compartir este estribillo, incluso por la concurrencia. Igual de efectiva fue la canción “Contigo” de Joaquín Sabina, que sonó aflamencada y guerrillera en estas voces desgarradas. El recital termina con lo que quizá fuera lo mejor de la noche, unas bulerías bailadas por Raquel ‘La Repompa’ con toda la fuerza y la gracia gitana de que es capaz. Unas bulerías en las que destaca el toque versátil y plural de Rafael que, entre medias, se asoma a la guajira y a otras concesiones musicales. Un reconocimiento aparte merecen los percusionistas. Hasta cuatro cajas al unísono (Benjamín Santiago ‘El Moreno’, Miguel ‘El Cheyenne’, Antonio Gómez y Julián Heredia), generosas y bien coordinadas, sonaron en el espectáculo.
* Danza de gitanos bailando el fandango, Rafael Garzón ©.
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