Flamenco de Pascua
El flamenco no descansa. Tras las obligadas saetas de estos días pasados, el Club Eshavira, siguiendo su programación, el domingo, Domingo de Ramos, ofreció un poquito de raíz. Desde hacía tiempo estaba anunciado para este fin de semana el baile de Toñi Heredia y su grupo, pero, por problemas personales, fue sustituida por otra familia del Sacromonte que, sin escarbar mucho, resulta que son la misma familia.
A la guitarra Rafalín Habichuela, con precisión y timidez creativa, impone su presencia. Precisamente, un solo de guitarra por tarantos comienza a caldear la sala. Un local ya caliente por la abundancia de público arracimado frente al pequeño escenario. Seguidamente, José Antonio Carmona se sienta en la caja e Irene Gómez frente al micrófono comienza a entonarse por Huelva. Benjamín Santiago ‘El Moreno’ salta a las tablas para bailar alegrías. Tiene mérito enhebrar los pasos en un estrado tan pequeño. El bailaor se ve obligado a reducir sus movimientos a un metro cuadrado. Con todo y con eso, los pellizquitos salen, los desplantes quedan y el aplauso está asegurado. Con estos aires de Cádiz termina la primera parte.
La gente teme moverse para no perder su poquito de espacio. No obstante podemos hablar con los músicos. Nos dicen que es algo casi improvisado (se nota), que el domingo anterior estuvieron en este mismo club por derecho propio y aseguran estuvo mucho mejor (espero). La segunda parte dio paso a la fiesta sin concesiones. Los tangos camaronianos inundan el ambiente. Pero ni Irene es Camarón ni Rafael es Paco de Lucía. Sin embargo son resultones y los asistentes cantan por lo bajini, corean “Como el agua”. Para terminar, una soleá por bulerías remata una noche más de escaparate que de trastienda. El Moreno hace lo que puede, metiéndose al personal, casi todo foráneo, en el bolsillo. Para ayudar con el compás y los jaleos, suben a escena Raúl Gómez y Sergio Coloraíto, allí presentes. Como bis, ante la insistencia del respetable, se alargan un poquito más estas bulerías. El recital por entero, fue dedicado a Pepe Habichuela, que estuvo en primera fila desde un principio.
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