El Nene de Santa Fe y las manos de Alba Heredia
Los veranos del Corral. XI Muestra Andaluza de Flamenco
Desempolvado. Adolece el Nene de Santa Fe de ahogos y afinaciones precisas, posiblemente por llevar algunos años en dique seco. Pero la profundidad y, sobre todo, el eco flamenco de este cantaor son excepcionales. Un agradable romance por soleá comienza su entrega. A su lado, a la guitarra, su hijo Manuel Carmona, le da pie adecuadamente. Continúa con cartagenera, y rondeña, a los postres. Sus letras no son comunes. Sensibles y bien elegidas. Nos recuerda a Marchena. La solea, larga y generosa, es su mejor apuesta que, quizá, la supere con la seguiriya, donde se lamenta como los de antes. La planitud de algunos momentos se palia con esta precisa queja.
¿Puede ser el jueves, 30 de julio, la puesta de largo de Alba Heredia? Puede que sí, pero puede que no. Una bailaora, con 14 años, que lleva bailando desde que se tiene en pie, siguiendo la estela de su familia bailaora y con muchos momentos únicos en el escenario, no es novedosa. Lo nuevo, si me lo permiten, es que se ha subido a unas tablas de categoría internacional, que ha personalizado un baile que hasta ahora era impostado, que se ha entregado como si fuera el mayor examen de su vida, que ha roto esquemas trasnochados y ha puesto, con conocimiento, sus cartas boca arriba.
Algunos ases indiscutibles guardan estas cartas, aunque también se emborronan con otros naipes del montón. Su primera carta, tal vez un comodín, es su juego de manos, una fiel paloma que vuela a voluntad, herencia sin duda de familia. Otro as, justo es hacer mención de ello, es su bella elegancia. Sus desplantes y apostura también contribuyen. El sentido del ritmo, su seguridad en el terreno, la complicidad con el público, su sencillez en los interludios… conforman un cúmulo de facultades sin par en una bailaora que llegará a tener nombre. Los músicos la conocen, la han criado, y la arropan a la perfección. Un aplauso aparte se merece la guitarra de Emilio Maya. Y un tirón de orejas, el cantaor Juáñares, que toma un protagonismo imperdonable en mitad del espectáculo haciendo su fiesta particular por bulerías mientras esperaba la auténtica princesa.
Todavía, sin embargo, le queda mucho que aprender a Alba. Tiene tiempo. Debería estudiar y luchar por ese lenguaje propio y femenino que empieza a despuntar. Aunque lo más difícil no es adquirir lo que falta, sino desprenderse de lo que sobra. Como un poco de demasiada fuerza bruta, la idea de rellenar toda la música o el intento de teatralizar el baile. Ah, por si quieren saberlo, interpretó tarantos y alegrías.
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