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volandovengo

Zambombas y panderetas

Zambombas y panderetas

El periódico en el que trabajo no me deja escribir sobre todo lo que acontece relativo al flamenco. Es más, no todo lo que escribo lo publica. Y si se publica, a veces, aparece sesgado o modificado para ofrece una mejor "coherencia". En especial me tienen vetado el acontecimiento marginal, de poca entidad o el privado. Se inclinan en el diario (acertadamente, se puede pensar) por el espectáculo público, de gran repercusión y de asistencia multitudinaria.

Valoramos más el ruido que por las nueces, el bosque que el árbol, la cantidad que la calidad. Es mejor el gitanerío de miles de seguidores que el 'duende' en la mesa de camilla.

La Peña de la Platería es privada y por tanto vacía de interés para los medios. A no ser alguna programación puntual y extraordinaria. Comprendemos al periódico no dándole cuartelillo a un puñado de cabales. Comprendemos a la peña, con su manga estrecha, ya que son más de 300 socios que suelen venir con amigos, simpatizantes y allegados. A veces, más de 500 personas nos reunimos en el precioso carmen.

Yo, intento verlo todo e intento escribirlo todo, pero cuando asisto a algún lugar maldito o artista non grato (que también los hay), el medio para el que trabajo no se entera ni que me he movido de casa. Prefiero callar a que me callen. Prefiero disfrutar sin bloc de notas y mirada analítica.

Así, esta Navidad ha estado sembrada de "panderetas flamencas" (en Andalucía Occidental se conocen como "Zambombas"), que son noches de fiesta de villancicos, en algunas cuevas del Camino del Monte, en la Casa de los Tiros, en La Chumbera y en La Platería (¡ay, amigo!). A esta última fui y me quedé con las ganas de hacer alguna anotación.

Fue la noche del 23 de diciembre. Todas las mesas estaban repletas. Llegué solo, pero pronto me junté con un puñado de aficionados para celebrar la fiesta. En el escenario la última mohicana, María "La Coneja", su hija Maite Maya, la gran Nati "La Faraona", la todo terreno Sara Heredia, como la presentó Juan Pinilla, y Luis Mariana, inmejorable a la guitarra.

Sonaron villancicos, por supuesto, pero también cante grande y muy flamenco. Sara Heredia estuvo como nunca, se entregó como sólo una artista sabe hacerlo, se rompía en la soleá y en todo lo que vino después (imprescindibles los tangos del Sacromonte). Nati "La Faraona", una artistaza, con su paseillo y sus desplantes, el folklore hecho mujer, mejor que María Jiménez y muchas de las 'divas' de nuestras pantallas.

Los fandangos del Albaicín no han sonado tan auténticos como aquella noche en la garganta y el compás de Maite Maya, que nos remontó a los tiempos de Frasquito o de Paquillo el del Gas. Y, por último, el verdadero lujo, María La Coneja, su gracia y su poderío, última representante de toda una generación legendaria del Camino del Sacromonte.

Una noche inolvidable. Una verdadera fiesta que celebramos con cava y dulces de Navidad a los que fuímos graciosamente invitados por una peña privada pero no clandestina.

FOTO: fachada de la peña La Platería (Nono Guirado)

2 comentarios

volandovengo -

Muy bonito, joven llanos. Tomaré nota para mi archivo personal. Lo que no sé bien es la relación que mantiene con las "Zambombas y panderetas". Aunque siento que es por mi estado de ánimo. Gracias nuevamente.

joven llanos -

Un cuento al hilo si me lo permites querido volandovengo


La tristeza y la furia


En un reino encantado donde los hombres nunca pueden llegar, o quizás donde los hombres transitan eternamente sin darse cuenta. En un reino mágico, donde las cosas no tangibles, se vuelven concretas...
Había una vez un estanque maravilloso.
Era una laguna de agua cristalina y pura donde nadaban peces de todos los colores existentes y donde todas las tonalidades del verde se reflejaban permanentemente...
Hasta ese estanque mágico y transparente se acercaron a bañarse haciéndose mutua compañía, la tristeza y la furia.
Las dos se quitaron sus vestimentas y desnudas las dos entraron al estanque. La furia, apurada, como siempre esta la furia, urgida, sin saber por qué, se bañó rápidamente y mas rápidamente aún, salió del agua...
Pero la furia es ciega, o por lo menos no distingue claramente la realidad, así que, desnuda y apurada, se puso, al salir, la primera ropa que encontró...
Y sucedió que esa ropa no era la suya, sino la de la tristeza...
Y así vestida de tristeza, la furia se fue.
Muy calma, y muy serena, dispuesta como siempre a quedarse en el lugar donde está, la tristeza terminó su baño y sin ningún apuro, o mejor dicho, sin conciencia del paso del tiempo, con pereza y lentamente, salió del estanque.
En la orilla se encontró con que su ropa ya no estaba.
Como todos sabemos, si hay algo que a la tristeza no le gusta es quedar al desnudo, así que se puso la única ropa que había junto al estanque, la ropa de la furia.
Cuentan que desde entonces, muchas veces uno se encuentra con la furia, ciega, cruel, terrible y enfadada, pero si nos damos el tiempo de mirar bien, encontramos que esta furia que vemos es sólo un disfraz, y que detrás del disfraz de la furia, en realidad... está escondida la tristeza.