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Cuarenta años no son nada

Cuarenta años no son nada

40 edición de ‘El Lucero del Alba’ Salobreña

“El Lucero del Alba”, con sus cuarenta años de existencia, es el festival más antiguo de la provincia y seguramente de Andalucía. La peña flamenca ‘La Trilla’, apoyada por el Ayuntamiento de Salobreña y la Diputación de Granada, acoge todos los veranos a cientos de personas para ofrecerles el mejor flamenco a su alcance. Muchos de sus miembros son cantaores aficionados que participan en este evento, dándole así un toque personal del que pocos festivales pueden presumir.

Desde su Presidente, Eliseo Alabarte, que abrió el festival, hasta casi la mitad del cartel eran de Salobreña. Con el guitarrista local, José Fajardo, Eliseo fue puro cantando por mineras, soleá, granaínas y fandangos. ‘El Canario’, también de esta peña, con el mismo tocaor, comenzó por cantiñas, siguió por soleares, seguiriyas y fandangos, y, como bis, quizá perturbara su entrega cantando “La Estrella’ morentiana.

Lucía Guarnido, casualmente también salobreñera, encargada del baile, nos dejó unos tientos-tangos muy personales y, más tarde, unas elegantes alegrías. En este momento se evidenciaron ciertas deficiencias, sobre todo en la sonoridad de las tablas y en la pobreza de la luz. También, un zumbido de fondo, del equipo electrógeno posiblemente, alteraba la escena.

Desde Cádiz, ‘El Niño del Gastor’, arropado por Fajardo, como los anteriores, nos brinda soleá apolá, dedicada a fosforito, malagueñas, caracoles, “esas alegrías que Chacón regaló a Madrid”, seguiriyas y fandangos. Destacan en este cantaor la adaptación personal de sus letras.

Después de la segunda entrega de Guarnido, el almuñequero Rafael Muñoz ‘El Niño del Cerval’, con Ricardo de la Juana a la guitarra, comenzó con malagueñas de El Mellizo y de Aurelio. En las alegrías se acordó dos o tres veces de su patria chica, cantándole a Almuñécar. Continuó por marianas, tanguillos de Chano Lobato, seguiriyas y fandangos.

Como estrella exclusiva, Luis Heredia, eminentemente festero, abrió con un romance por bulerías y por tangos. Inhabitualmente, para un gitano y para un festival, continuó por peteneras. Y, cómo no, al igual que el resto de los participantes, hizo fandangos festivaleros. El Polaco terminó por bulerías. Después otras bulerías. Y, para terminar, más bulerías. Las primeras, unas granaínas por fiesta, bien ajustadas por ser un cantaor con ritmo y tener al lado a Paco Cortés, un número uno en la guitarra. ¿Una manera de enriquecer la fiesta o de desbaratar la creación chaconiana? Las últimas acompañadas de una pataílla efectiva.

* Castillo de Salobreña.

 

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