Un éxodo muy particular
X Festival de Otoño. “Salvajes”
Juan Andrés Maya no deja de sorprendernos. Durante las dos horas que dura su nuevo montaje, “Salvajes”, hace un compendio de la migración del pueblo gitano desde La India hasta el Sacromonte, además de mostrarnos claramente las claves de su creatividad. Grosso modo, éstas pueden resumirse en la preeminencia de la figura femenina, como sustento de la tradición; el tratamiento trágico de su propuesta, que viene aparejada inexorablemente a la alegría; el tamizado del momento histórico bajo su punto de vista; el resultado coral, descentralizando todo tipo de protagonismo; el mimetismo de sus personajes y el remedo de sí mismos; la inclusión del tópico como una novedad necesaria; el histrionismo crédulo; y las gracias al cielo y sus seguidores.
En esta obra, el bailaor y coreógrafo, se quita de en medio (otras veces ya lo hizo) para dedicarse solamente a dirigir, para observar desde fuera con su perspectiva espacial. Cuatro bailaoras “salvajes”, Raquel Heredia ‘Repompilla’ (que ganó el concurso de coreografía el día anterior en este mismo escenario), Alba Heredia, Vero ‘La India’ y Rocío Vargas, amortiguan, con su baile carismático, un espectáculo, que descansa, sin lugar a dudas, en sus artistas invitadas, Juana ‘La del Revuelo’ y Rafaela Reyes ‘La Repompa de Málaga’, y en la sorpresa final, Martín ‘Revuelo’ cantando con todo el arte por bulerías.
De La India pasamos por Arabia y Europa central para desembocar en la península por levante, que baila Raquel. Se le suman las otras tres “salvajes” danzando el “Himno de los Gitanos” y reivindicando su bandera a los postres. Los chavorrillos no abandonan ningún momento la escena y los traen y los llevan y bailan e improvisan. Todos, en general, actúan para adentro, como si, aparte de la representación, tuvieran su fiesta particular en el escenario. Esto lo confirma el tabaco y el alcohol, que traspasa el límite del atrezo.
Bailan seguiriyas (Alba y Vero), alegrías (Rocío), pero sobre todo tangos y bulerías. Se acercan a la zambra y al ceremonial de la boda gitana (Rocío y el tocaor Emilio Maya); y le hacen un guiño a ese extraordinario trabajo de Félix Grande y El Lebrijano, llamado “Persecución”. A los postres, recordando los días que nos llegan, no faltan los villancicos. La alegría del feliz enlace, se rompe (“como suele pasar en las bodas gitanas”), por la muerte (el percusionista Miguel ‘El Cheyenne’) por la navaja incontrolada de la bebida (el cantaor Simón Román).
* Bandera romaní.
2 comentarios
volandovengo -
Dani -