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La mejor savia local

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Los Veranos del Corral. IX Muestra de Andaluza Flamenco

Hay quien opina que no hay que moverse de Granada para escuchar buen flamenco, que no hay que convocar a los artistas foráneos para saborear el espectáculo. Y es que gozamos, junto a Jerez, de la mejor cantera de flamenco en la actualidad, la mejor cantera de nuestra historia, en las tres modalidades. De todas maneras, no podemos ser tan pacatos de encerrarnos en lo nuestro y cerrar los ojos a lo que viene del resto de Andalucía, del resto de España. Podemos presumir de calidad, buena y abundante, una juventud que pisa fuerte, que empuja como no ha empujado nunca, pero prescindir de los valores ajenos, sería como cerrar uno de nuestros ojos o pasear por el Callejón del Gato valleincliniano.

Anoche, o sea, anteanoche, cuando ustedes lean esta crónica, se dieron cita en el Corral del Carbón dos de nuestras jóvenes promesas evidentes. A la guitarra, nada menos que el nieto de Juan Habichuela, del mismo nombre, y, en la segunda parte, el torbellino y la moderación, la elegancia y el depurado estilo de Patricia Guerrero. Juan Habichuela comenzó con una granaína. El indiscutible sello de la familia, el toque especial que caracteriza a los guitarristas de esta tierra, se manifestaba en cada acorde, en cada trémolo, en cada escala. Impregnado todo ello de una sensibilidad especial, de un pellizco sincero y de una velocidad sin precedentes, que nos recuerda algún trabajo del De Lucía. A partir de la soleá, se hizo acompañar del bajo eléctrico de Juan Manzano y de la percusión de Juan Antonio Carmona (caja) y de El Moreno (caja y batería) que, aunque geniales cada uno en su modalidad, enturbiaban las propuestas de una guitarra llena de verdad y de trabajo. Las Alegrías, dedicadas a su padre, Antonio Carmona, fueron un alarde de creatividad y frescura. Arropado hasta el extremo por su público, se sintió como pez en el agua con las vertiginosas bulerías y las rumbas con las que terminó su concierto. En estas últimas, con intervenciones memorables de sus acompañantes.

Patricia Guerrero, más madura que nunca, fue un soplo de frescura, supuso el remate perfecto a una noche que empezó por todo lo alto. Su primera intervención fueron unas guajiras, que danzó con vestido de cola, con abanico y peina. Es un baile inusual. Es un baile atrevido, en el que Patricia se vio muy suelta y seductora. Su porte, su fuerza, su reposo y su tensión, acompañados de un estímulo total, hacen que pensemos en un futuro prometedor. Su mejor entrega vino por levante. Los tarantos rematados por tangos fueron bastante reconocidos. Pasea su palmito por el escenario como pocas. Se bambolea, zapatea, se rompe y se compone, sin perder a compostura, sin dejar de sonreír, buscando siempre la complicidad del público. En realidad, el aplauso más fuerte que se ha escuchado en este patio se lo ha llevado esta bailaora. Para terminar, Patricia vestida de luz, nos ofreció un poquito por alegrías. Otro de sus aciertos ha sido saber rodearse del mejor cuadro que puede haber en esta ciudad: a la guitarra David Carmona y al cante Antonio Campos y Juan Ángel Tirado, que nos hicieron en los intermedios una soleá y una deliciosa rueda de martinetes.

El futuro está asegurado.

* En la foto Patricia Guerrero y Juan Habichuela Nieto (© Nono Guirado)

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