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volandovengo

Alzheimer

Alzheimer

El Alzheimer es la enfermedad del olvido. Es un pozo, cada vez más angosto, iluminado por miles de bombillas que se van apagando poco a poco. El que cae en él no es consciente de que las luces languidecen, y no es que se acostumbre a la penumbra progresiva, sino que no recuerda que las paredes estuvieron un día iluminadas.

El enfermo de alzheimer primero olvida las llaves y las calles y los nombres. Después se olvida de la gente y del mundo. Se olvida de sí mismo. Se olvida amar. Se olvida de comer y de las funciones más vitales. Hasta que se olvida respirar y se le olvida vivir.

El alzheimer es una muerte blanca, feliz, como quien muere de frío. Sin embargo, es la enfermedad más cruel que conozco. Ya no para el enfermo, sino para los seres más cercanos. Los que lo quieren. Los que lo cuidan.

El enfermo sufre los posibles momentos de lucidez que experimenta (más evidentes en sus inicios que a medida que progresa la enfermedad). Esos momentos de racionalidad son tremendos antes de volver a las tinieblas de la mente, al caos de la vida. Saber que algo ocurre, pero no saber qué. Es durísimo. Es una condena sin fin por un crimen que no has cometido.

Una persona empieza a involucionar. Es un niño cada vez más pequeño que necesita cada vez más atención, más cuidados, más amor desinteresado.

Murió el otro día el padre de una amiga. Es un dolor difícil de encajar. Contradictorio. La muerte por alzheimer es una doble muerte. La muerte física llega a los años de una muerte cerebral, de una ausencia, de un vacío.

El dolor se convierte en pregunta, por qué tiene que pasar esto, por qué no vivimos bien hasta que nos toca desaparecer, por qué la vida se reduce a polvo, por qué termina en aplastante decadencia, por qué se pierde el norte... Y más importante, ¿qué nos queda?, ¿vacío?, ¿soledad?, ¿descanso?, ¿impotencia?, ¿rabia?...

Ahora sólo queda pensar en que quizá haya sido lo mejor, que por fin le llega la paz a todos, que el amor perdura y el dolor se apacigua, que recordaremos al desaparecido como fue antes de antes y no en su desvarío.

Debe haber un cielo especial para los que mueren de alzheimer donde recobren sus facultades. Que dure tanto que les dé tiempo a recordar todo todo lo que han olvidado.

5 comentarios

volandovengo -

Es cruel y alarmante por la impotencia. La vida es absurda, vegetal, orillada, pero es vida. ¿La muerte una solución? Quizá, pero es es fin.
En 2004 un holandés, en los primeros envites de alzheimer, firmó la eutanasia. Su muerte voluntaria fue un hecho.

Patón -

Al final queda ese magro consuelo que señalas. Mejor cuanto antes acabe. Una desgracia, sin duda.

volandovengo -

María, no he visto la película pero la buscaré. Creo que el tema es ese: quien sufre es el que se queda, la muerte sólo (enormemente) es el punto final.
Encarna, me alegra que te gusten mis escritos, aunque no que "me meta con tu Juan". Yo no me meto con él y así se lo dije el otro día, sólo critico su baile y actitud.
Mi madre también padece de alzheimer. Un beso también para ti.

encarna -

hola soy la fans de JAM en este tema si estoy de acuerdo contigo lohas cotado tal como es mi madre lleva 16 a;os con esa enfermedad y nose lo deseo ni a mi peor enemigo,por eso tengo ke agradecer tambien a Juan Andres Maya las ganas de vivir por verlo bailar k a veces se me van con el cuidao de mi madre MUCHO ANIMO para los cuidadores de estos enfermos y por favor ke dediken aunke sea una hora para lo ke les guste si no estamos perdidos, un beso y no te metas mas con mi jua no te pega por lo ke has escrito arriba y todo lo k he leido tuyo

María -

Ese post, que he leído unas tantas veces, me recuerda una película, 21 gramos , en la cual, con mucha sensibilidad, el director mejicano Alejandro Iñerritu, nos habla de la importancia de la vida, de cuanto se pierde con la muerte, lo que se pierde y sobretodo, lo que se queda para los que aquí siguen.