Eva Yerbabuena
El martes conocí personalmente a Eva Yerbabuena después de que la Diputación le hubiera entregado el Premio de Turismo 2006 por su labor de "embajadora" de Granada en el mundo. A Eva Garrido la llevo mucho tiempo siguiendo. He escrito de ella, sobre ella, de su espectáculo. Hoy por hoy es la mejor bailaora que existe. Lo digo abiertamente y sin titubeos. Es la mejor bailaora que existe. Es grande (a pesar de ser bajita). La grandeza va unida irreversiblemente a la humildad y el agradecimiento.
Me la presentó la Diputada de Cultura al terminar el acto, en el ágape con que nos agasajó la Diputación a los asistentes, y fue un momento doblemente mágico. Los dioses bajaron de su pedestal y nos miraron a la cara. Pude contemplar de cerca a una mujer a la que había puesto varias caras diferentes (según el momento, según las fotos) (véase muestra en la ilustración).
Digo "doblemente mágico" porque yo estaba en la terraza destinada a la celebración tomándome un vinito y esperando a los flamencos y a la gente de la Diputación que me había invitado, y ellos estaban en otra terraza, haciendo lo propio, ajenos a mi existencia.
Solo como la una, no más pude saludar a algunos conocidos y medio tontear con las camareras. Al principio normal. Al segundo vino: ¿otra vez queso? Al tercer vino: ¿qué me traes ahora?, si son anchoas del Cantábrico coronadas con graciosas aceitunillas. Etc.
En mi devaneo observo a una pareja de mediana edad que vienen a cenar por la cara. Cada bandeja que pasa delante suya, la arrasan con las dos manos. Comen a dos carrillos. Incluso persiguen a la camarera que, con la boca llena, le piden un porfavor. No se relaccionan con nadie. Están situados en la esquina de una mesa donde almacenan provisiones. Pienso que cuando llegue la segunda tanda de bandejas, los aperitivos calientes, ya estarán saciados. Pero qué va, qué va (yo leo a Kierkegaard) (al viejo Søren). Siguen metódicamente rumiando, como al principio. ¡Qué barbaridad!
De pronto, en plena actividad etnográfica, me entero de existencia de la terraza vip. Abandono la tercera copa a la mitad y mi estado marginal y me dirijo con una sonrisa a la nueva sede, como quien descubre Eldorado. Allí están todos: Inma, Juan, Raul, Tere, Francisco Manuel, Paco... y Eva.
Saludo, hablo, río, cuento, sonrio, saludo, hablo, como... Me preguntan si acabo de llegar. Medio explico mi confusión primera, pero todo está bien. Sólo que una hora más tarde.
Pido otro vino y ya no queda, pero a los postres, cuando la mitad del personal había desaparecido, reponen de nuevo existencias. Así que la cuarta y última copa la tomo con pasteles, mientras me presentan a no sé quién de la Junta de Andalucía y a su señora.
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