Blogia
volandovengo

Una guinda clausura el Corral

Una guinda clausura el Corral

XII Muestra Andaluza de Flamenco

Los Veranos del Corral

Antonio Campos no es sólo un cantaor coherente y trabajador, sino que es de los artistas más agradecidos que conozco. Para clausurar la duodécima edición de Los Veranos del Corral quiso ofrecer un delicado presente de reconocimiento a un ciclo que cumple una labor de “trampolín” para los nuevos artistas, al tiempo que se ha convertido en un referente de privilegio y exigencia.

La “familia” del cantaor granadino es inmensa y universal. Año tras año va encontrando personas afines, hermanos de música, espíritus paralelos que van ampliando sus redes al mismo tiempo que su corazón.

Parte de estos amigos, músicos de primer orden, le acompañaron en un escenario que cuidó hasta el extremo, hasta hacerse de dos enormes candelabros de velas de olor canela a cada lado.

La blancura de sus vestimentas trasmitía paz a la vez que hacía entender que su propuesta sería algo fresco y distinto. El repertorio, las canciones populares de Lorca, vapuleado hasta lo indecible, podían muy bien pasar por algo nuevo, virginal y sereno. En general bastante arriesgado.

Una bella introducción al piano (Pablo Suárez) lleva al cantaor a comenzar con un zorongo animado al compás de jaleos. Yo me subí a un pino verde fue una petenera a capela rematada con el Anda jaleo de estilo libre. La guajira (Las tres hojas) es difícil de reconocer en un principio también con el teclado, en el que rasca sus mismas cuerdas. Tienen que llegar las precisas guitarras (Cano y Torres) para expandir sus aires cubanos.

Los cuatro muleros llegan por bulerías y un magistral toque de Cano a la guitarra, interrumpido por aplausos continuos, remató la fiesta.

El violonchelista José Luis López comienza los cabales, seguido por las guitarras y la entrega emocionada del cantaor, quizá demasiado emocionada. Y con El café de Chinitas por bulerías a compás se acaba la entrega lorquiana.

El preciosista toque de chelo comienza una farruca que baila Rafaela Carrasco como estrella invitada. Es una máquina de precisión y belleza que principia con las manos a la espalda, dando rienda suelta a sus piernas, para crecer de cuerpo entero. Con un hermoso juego de flecos dorados sobre su traje negro de pantalón y botas granates pasea por el escenario con los pasos largos que identifican la pieza. Muy femenina sin embargo en un baile de hombres, su baile se acerca definitivamente al tango argentino, tomando como partenaire a Antonio Campos que a su lado apunta la letra.

Jesús Torres propone levante, que el cantaor aborda demostrando su versatilidad. Taranta y levantica, antes de pasar posiblemente a la mejor entrega del granadino por soleá apolá, donde se acuerda de la tierra y es valiente en sus postres.

La bailaora vuelve para danzar unos fandangos chocolateros que Antonio entona a capela en medio del escenario. Rafaela es un ejemplo de sincronía, control y equilibrio. Con un vestido azul de cola y cubierto de volantes impone un dominio que se convertirá en preciada fuerza en las bulerías a compás con las que acaba una noche y unos Encuentros que se han ganado la mayúscula por méritos propios.

Antes de desaparecer sin embargo, después de la merecida lluvia de aplausos, un emocionado cantaor quiso rendirle homenaje a la plaza que le vio crecer y a Juan Valeriano Benavides, al que hizo subir a escena, protagonista activo del perfecto sonido del Corral, verdadera seña de identidad de estas noches veraniegas.

* Foto: deflamenco.com

1 comentario

juan -

Lástima que el trabajo bien hecho quede sepultado por la miseria (humana) de quién mandonea...