Los primeros de la fila
Flamenco viene del Sur
De violeta y oro comienza Patricia a bailar por cantiñas. El escenario del teatro Alhambra impone respeto. El ciclo de “Flamenco Viene del Sur” impone respeto. El público expectante, todos flamencos, todos seguidores, todos con lupa, impone respeto. Su propio programa, un ambicioso “Corazón flamenco del Albaycín”, en el que se desea homenajear a la peña de La Platería, en su sesenta aniversario, y al barrio flamenco y moro en general, impone respeto. La bailaora, sin embargo, consciente de todo ello, lleva el baile a su terreno y borda lo que mil veces ha ensayado, con algunos pasos sobresalientes. Consciente de todo ello, se rodea de un cuadro de excepción, en su mayoría gitanos (dato interesante, aunque contingente).Miguel Lavi y Juan Ángel Tirado al cante; Luis Mariano y David Carmona a la guitarra; y Miguel "El Chetenne" a la percusión. Es una noche especial.
Juan Pinilla conoce también el juego y también muestra sus cartas. Apuesta alto, pero no va de farol. Arriesga hasta el límite. Tiene claro su norte, ofreciendo un recital comprometido, poético y melodioso. Hay quien espera a un Pinilla más flamenco, más puro. Pero, yo les digo, que es el Pinilla más honesto y el más coherente con sus ideas, con sus maestros, con la trayectoria del flamenco actual.
Por tonás entra al escenario. La toná chica y la de Tomás Pabón, en donde adapta un texto de Nietszche y un poema propio, con aires de petenera, dedicado a Charico (cantaor de Granada, tristemente fallecido, destinado a la gloria), que dan pie a las seguiriyas al estilo de Cádiz y Los Puertos, para rematar por cabales.
Patricia Guerrero hace su segunda aparición por soleá y bulerías. Vestida de negro cautiva por su profundidad y reflexión. Es una soleá antológica. Aunque quizá le falte un poquito más de seguridad y distensión.
Luis Mariano, con su indiscutible limpieza y perfección, introduce un garrotín con la guitarra. Juan entremezcla letras suyas con canciones populares y textos de José Bergamín, para acabar con tangos de falseta del Sacromonte. Necesario el compás de las hermanas Heredia. De aquí se va a levante, tarantas y cartageneras; hace un guiño a Morente; y termina con abandolaos (rondeña, “Donde habitan las Manolas” y fandangos del Albayzín). Su final en solitario es el tributo en mayúsculas a Granada y el barrio alto. Del “Adiós granada”, pasa a “Las tres morillas”, que musicó Lorca, y a algunos cantes por fiesta de Morente, para acabar, como si se tratara de un himno, con el “¡Anda jaleo!”.
Termina esta especial noche con los dos protagonistas, los primeros de la fila, haciendo guajiras, acompañados de todos los músicos. Es un baile insignia que Patricia domina. Es alegre y seductor. Juan canta a su lado, en pie, y se acuerda de Miguel Hernández y otras letras populares. A su final, se van cogidos del brazo, satisfechos del horizonte que se abre. Es un fin de fiestas redondo, en el que reconocimos la importancia del sonido impecable de Juan Benavides.
* Patricia Guerrero por soleá (© Nono Guirado).
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