Blogia
volandovengo

Acuérdate de tu abuelo cuando vayas a tocar

Acuérdate de tu abuelo cuando vayas a tocar

XI Festival de Otoño – Entre azahares y alelíes

Manuel Molina, como artista invitado, comenzó con una bulería improvisada que, entre otras verdades, terminó aconsejando: Sobrino Juan, acuérdate de tu abuelo cuando vayas a tocar. No sólo los ánimos de Manuel estuvieron planeando en el concierto, sino las horas de ensayo, unos acompañantes bien aleccionados y sobre todo el virtuosismo del más joven de los Habichuela.

Relacionar estas facultades está de más, quizá me quedé corto, quizá sea innecesario teóricamente hablando. A Juan Habichuela hay que verlo en directo. Su creatividad, su sentido escénico, su seriedad y el gobierno de su gente es algo encomiable.

Partimos de que es un Habichuela, con su toque sacromontano por encima de todo. Es decir, con su soniquete, sus ligados, sus silencios y esa forma de acompañar que lleva como en volandas a cualquier cantaor. Si eso lo unimos a la frescura de la juventud, a una velocidad inusitada y a una creatividad fuera de lo corriente en un guitarrista de tan sólo 21 años, obtenemos el genio que pudimos contemplar el domingo pasado.

Para una ópera prima, aunque ya ha tenido sus puestas de largo el la Chumbera y en otros escenarios, obtuvo sin discusión las dos orejas y el rabo.

Tras el regalo del demiurgo Manuel Molina, el artista, a solas en el escenario, interpretó una rondeña. Obviamente todos los temas son suyos. Forman parte de la cuarentena de composiciones que tiene almacenadas, a la espera de ver la luz. Las mima y las depura hasta lo indecible. Él es su mayor crítico. Sin embargo ofertas para grabar no le faltan y ya mismo, más pronto que tarde, verá la luz primer trabajo discográfico.

Haciéndole honor a la tierra que lo vio nacer, ofrece una granaína en segundo lugar. La guitarra, o sea, el instrumento como tal suena a gloria, y en las manos prodigiosas de Juan es de una belleza reconocible. Si sus arpegios son bellos, igualmente de hermosos son sus silencios, su punteo y sus juguetillos agudos cerca de la boca de la sonanta.

Para la soleá, uno de sus temas estrella, requiere de su gente. Maya Yoshida y le ofrece un contrapunto interesante al violín; Pepe Maya ‘Marote’ como segundo guitarra es un apoyo rítmico importante; Benjamín Santiago ‘El Moreno’ a la percusión acentúa el compás que enriquecen la pieza. Sin embargo, sin menospreciar a ningún músico, lo prefiero a solas. Juan no necesita a nadie para arañar los corazones.

José Parra y Joni Cortés penetran por uno y otro lado del escenario para ponerle letra a las seguiriyas. Joni es muy flamenco, muy personal en los temas acompasados que domina. Tiene referenciados a varios cantaores de culto y los adapta a su persona, a sus melismas, a sus formas. José Parra es un remedo de Camarón, con menos facultades posiblemente. Borda sus esquemas y alcanza notas imposibles. Pero Camarón ya hubo uno y nada más.

Unos fandangos de Huelva animaron la escena y unas bulerías tremendas, vertiginosas, valientes y creativas, llenas de remembranzas, perfeccionaron el juego. Terminaron por rumbas, con la alegría de haber hecho un concierto redondo, memorable.

Es el bis super preparado que nos regala, cada uno de los músicos empezando por el mismo Habichuela fueron saliendo y sumando sus instrumentos como si de un Bolero de Ravel se tratara. No sólo llegó a emocionar sino que demostró que Juan Habichuela puede ser también un buen director de escena. Se cierra el telón.

Y ahora, para no dejar coja esta crónica, podría decir que fallaron luces. No sólo se castigó como es habitual el flamenco a la penumbra constante, sino que faltaron focos imprescindibles en algunos solos, sin ir más lejos, en la última intervención del artista invitado. También tengo queja en parte por la sonorización, descompensada en más momentos de los deseados. El cante a veces se perdía, la guitarra protagonista quedaba solapada, el timbal de El Moreno se imponía constantemente con un latido inevitable.

A veces, para que algo sea perfecto, debe tener sus sombras.

4 comentarios

volandovengo -

Ahí le has dado, Jess. La perfección para que sea completa debe abarcar la imperfección, si no tendría alguna carencia. Lo mismo que la idea divina de la totalidad debe contener la nada para que sea realmente total.

jess -

creen que hay una terminación completa del perfeccionamiento?, es decir, si perfección es la acción de perfeccionar y la completa ausencia de error o defecto según diccionario académico; yo me pregunto creen que existe la palabra perfección en su definición?
Yo creo , que la palabra perfección no tiene fin, es una palabra sin puerta a donde tocar... sin embargo , toco la puerta a través de la imperfección, porque creo ,que lo perfecto está en lo imperfecto...

volandovengo -

Juan, que estés de acuerdo conmigo ya es un logro. Puede que no estemos descaminados. En cuanto a la perfección permiteme que sea escéptico. Ni siquiera el mundo es redondo.

Juan -

Totalmente de acuerdo contigo menos en la frase final...
Creo que para que algo sea perfecto no debe tener ninguna imperfección... (perdona la redundancia).