Canciones de la vereda
Éste es el prólogo que he escrito:
Oficialmente, el flamenco ya es Patrimonio Oral de la Humanidad. La Unesco nos avala. Entre otras cosas, este galardón reconoce la herencia inmaterial de nuestro arte, o sea, su cultura oral.
Ser flamenco es una actitud. Flamenco no es el que canta, baila, toca la guitarra o hace compás, sino el que vive flamenco. Se despierta flamenco y se acuesta flamenco. Así, en este mundillo, también se encuentra el aficionao’, el amante del buen hacer, el que siente la queja, el soniquete y el pellizco, el que alguna vez ha encontrado el duende, aunque no sepa explicar bien lo que es.
Son muchos los intelectuales que se han acercado, como reconoce Friebe, con mucho respeto. Autores que han compilado letrillas, descubriendo en éstas la enormidad de su simpleza. Engarzar en tres versos toda una historia es una tarea enorme y al mismo tiempo sumamente básica.
Algunos se han atrevido a proponer poemas y estrofas para ganar la recompensa de correr anonimamente de boca en boca y no recoger la medalla del prestigio. Pocos han cuajado, la verdad. Pero se canta, sin saber muy bien su autoría, a Lorca, a Ganivet o a Benítez Carrasco. Pero lo más se cantan las ducas de los propios cantaores que, con su cultura popular, divisan el mundo.
Es tan oral el flamenco que cada vez que se canta suena distinto. Una de las características del flamenco es su proceso repetitivo. Desde que hay memoria, siempre se está cantando lo mismo: las mismas letras bajo el mismo esquema musical. Su grandeza estriba en la interpretación del momento, siendo habitual el trueque de palabras, el uso de coletillas, el recorte o ampliación de los tercios, etc.
No todos los que recogen letrillas las plasman fonéticamente, aunque ejemplos hay, como Demófilo, el padre de los Machado. Pero mucho menos, el que se atreve a proponer algunas estrofas, que lo suela escribir en andaluz, pues esta lengua, sin querer polemizar, es más hablada que escrita. Incluso no hay sólo una manera de hablar andaluz, sino hay formas varias, como vario es el terruño sur peninsular.
Juan Carlos Friebe, como buen corredor de fondo, sabe esto y se aventura como niño en casa abandonada. Con una base sorprendente en la canción flamenca, cuadra sus letras para ser cantadas, las escribe como son dichas y elabora convenciones personalísimas a la hora de transliterar el habla andaluza.
Sus textos, de esta manera, son ricos en apóstrofos, síncopas, elipsis o cursivas, haciendo de su lectura, de su medida en concreto, algo arbitrario. Es una forma, como podía haber usado otros códigos, verbigracia, vocales abiertas al final de las palabras o sustitución de la “s” y la “l” por la “r”. Sea como sea, la cuestión es que sus letras cuadran, que se pueden cantar y que tienen el aire deseado, es decir, las alegrías son alegrías, las carceleras carceleras o las soleares soleares.
Ni qué decir tiene, que antes de aventurero, Juan Carlos es poeta. La riqueza argumental a que nos tiene acostumbrados, el ritmo en sus composiciones y la rima interna son marcas de la casa. Y no contento con esto, nos propone de cuando en vez notas a pie de página que enriquecen y justifican el canto aludido, a la vez que expande el paladar del lector solitario. Aunque este cartón huye de la soledad. Como refiere el autor al final de los textos, estos poemas no son para ser leídos, sino para ser cantados, para ser escuchados. No es un libro de encierro, sino una copla común llena de complicidad.
Atendemos en Juan Carlos Friebe, no sólo con este trabajo, sino con buena parte de su producción, un poeta experimental, preocupado por nuevos lenguajes y extensiones, como pudieron ser Juan Ramón Jiménez o Juan Eduardo Cirlot, que se regodea en el sonido y en los arpegios. Tantea el terreno y, como en un vals, da tres pasitos para adelante y tres pasitos hacia atrás, para descubrirse enteramente en los Fandangos, en el Pregonado o en la Coda triste, dedicada a Enrique Morente hace ya algunos años.
Mucho más se podría hablar, mucho nos desvela el poeta en su barroco colofón, pero mucho más hay por descubrir desde el momento que pasemos esta página.
* El "cartón" de Juan Carlos Friebe Canciones de la vereda se presenta esta noche de lunes (7 de febrero), a las 22,30, en la Venta el Gallo del Sacromonte.
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