Blogia
volandovengo

La copla en el flamenco

La copla en el flamenco

Las obras poéticas realmente bellas rara vez tienen un solo autor.
Juan de Mairena, Antonio Machado

El flamenco siempre fue mestizo. Nació sin vocación de nada. No quiso ser arte ni folklore ni manifestación popular, tan sólo una forma de expresión personal que, si alcanzó a la comunidad, fue simplemente por esa suma de individualidades.

Como cualquier sentimiento, el flamenco se ha ido conformando a lo largo de los tiempos hasta lo que ahora es. Sus orígenes los podemos encontrar desde el siglo dieciséis, diecisiete o quizá antes, pues fue necesario un poso creativo y una estructura musical asentada para que este arte tuviera lugar. Así, nos podemos remontar, sin ningún temor, a las jarchas, casidas y otras cancioncillas mozárabes, a los cantos sinagogales judíos o a la transmisión castellana en forma de romances, tonadas o seguidillas, para levantar los cimientos de lo que conocemos como preflamenco. También tenemos que tener en cuenta los cantes espontáneos de nuestros pueblos. No hay localidad andaluza, e incluso española, que no tuviera en su acervo esas estrofas de cinco verso, bien en pentasílabos u octosílabos, que se llaman fandangos.

Pero no es hasta el choque del gitano y el paisanaje de Andalucía que el flamenco alcanzara carta de identidad, pudiendo hablar de él como un cante gitano andaluz, nacido en la intimidad, de la queja y la fatiga, del trabajo y del descanso, del pueblo llano, de la necesidad íntima de explicar un estado de ánimo, un sentimiento.

Así, los primeros cantes, que surgen sin acompañamiento musical alguno, adoptan esos romances y tonadas y se reconvierten en carceleras, martinetes, pregones o cantes de labor (de ara, de trilla o temporeras).

Cuando un cantaor dice que vende caramelos es porque vende caramelos y cuando dice que veinticinco calabozos tiene la cárcel de Utrera, es porque la prisión de ese pueblo sevillano consta de esos tantos penales. Verdades que se dicen al pie del arado, en la boca de la mina, detrás de las rejas o martilleando en la fragua. Y estas coplas pasan de generación en generación y son adaptadas a la realidad de cada uno, perdiendo su autoría.

¿Quién fue el primero que canto tal o cuál cosa? No se sabe. O, si se sabe no importa. Es una letra flamenca que pertenece al pueblo, conformando ese corpus oral que la UNESCO ha dado bien en calificar de patrimonio.

No hay música que beba tanto del pasado. O, dicho de otra manera, el futuro del flamenco estriba en mirar hacia delante, pero sin perder de vista nuestras raíces.

Un cante se crea y se recrea hasta la saciedad. Todo cante es igual y es distinto, depende de quien lo cante y en las circunstancias que se encuentre. No es difícil escuchar una seguiriya del siglo dieciocho junto a una letra contemporánea o simplemente con un arreglo musical del momento. Aunque la queja ha cambiado, el sentimiento es el mismo.

Decía Caballero Bonald que el cantaor no inventa: recuerda. Y es así. El flamenco revisa su historia y la de sus mayores y la expone, en principio para sí y sus mulas, después para sus compañeros de fatigas, después en familia, más tarde para la comunidad y, terminando, para el aficionado.

He hablado del descanso. La reunión familiar, el amor y la fiesta también son motivos para cantar. Así contamos con los tangos, las alegrías o las bulerías, las nanas o las bamberas, que son canciones de columpio.

Las letras van creciendo y, con esta colección de cantes populares, más o menos anónimos, se van imbricando otras letrillas, otros sentires, de nuestros poetas, bien porque estos literatos se han acercado al flamenco, bien porque los flamencos se han acercado a la poesía. De esta manera se cantan textos de los Machado, de García Lorca, de Rubén Darío, de Alberti, Ángel Ganivet, Benítez Carrasco o de Juan de Loxa, muchas veces sin saber de quién es qué.

Siempre lo he dicho, lo mejor que le puede pasar a un poema es que deje de pertenecerte, que comulgue con la realidad de otras personas y que al fin cumpla su cometido universal de concienciación genérica.

Hay autores que específicamente han escrito para el flamenco, para ser cantado, otros han sido adaptados, con más o menos acierto, de forma menos literal o al pie de la letra. Granada es una tierra cantaora. Es una ciudad con gran tradición poética y una luenga historia flamenca. Es normal que en cierta forma estas dos corrientes se entrecrucen y fluyan juntas.

Ahora, para estos recitales de Extensión del Festival granadino, le hemos pedido a un nutrido grupo de poetas que presten sus letras para el flamenco (o que compongan directamente letrillas) y le hemos pedido a los flamencos que interpreten esas letras.

En principio, el cantaor iba a meter esas estrofas por soleares, por malagueñas o por tarantas, pero el flamenco es algo más, la poesía es algo más. Así veremos el cante aludido, pero también tendremos el recitado con un fondo de guitarra o de baile; o las dos modalidades a un tiempo; o a un cantaor que interpreta sus propios poemas; o un poeta que musica sus propias letras.

Los encuentros que vamos a tener ocasión de presenciar son tan novedosos y originales como añejos y manidos en su concepto. Volvemos, como en un principio, a manifestar la queja, las duquelas o las alegrías de un grupo de personas del pueblo que, con su pluma y su quehacer cotidiano, posiblemente lo representa.

* Texto de presentación del libro Al compás de la poesía.

2 comentarios

volandovengo -

Gracias, MJ: Encantado de tenerte por aquí (también Sur).

Mj Sierra -

Estupendo artículo. Me ha encantado descubrirlo.
Saludos, desde el Sur.